Thursday, June 14, 2012

DE NUEVO A LA UNIVERSIDAD


EDIFICIO DE LAS NACIONES UNIDAS EN NUEVA YORK
LA PAZ DEL MUNDO DEPENDIA DE LO QUE AQUI SE HICIERA

La paz mundial estaba en enorme riesgo, los impredecibles gobernantes soviéticos eran capaces de reaccionar agresivamente a la vergonzosa derrota que los judíos habían propinado a sus pupilos árabes armados en mar, tierra y aire hasta los dientes, con el más moderno y sofisticado arsenal ruso de la época, y entrenados por la flor y nata de las fuerzas armadas soviéticas. Por eso, el edificio de la ONU estaba lleno con la presencia de los más altos representantes diplomáticos del mundo, y esa gente comía en ese mismo edificio, en el mismo lugar donde yo trabajaba limpiando mesas, sirviendo el pan y el agua, y en algunos casos el vino. Por eso, yo pude hablar, uno a uno, personalmente, con algunos de los hombres mas importantes del planeta en ese entonces, entre ellos el secretario General de la ONU, U Thant; el secretario de Estado de los Estados Unidos William Rogers; el Ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética Alexei Kosygin; el Ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Abba Eban, el embajador británico en la ONU Lord Carradon (autor de la Resolución 242) y a una larga lista de otros diplomáticos de élite cuyos nombres se me han olvidado después de 45 años.

Estos días vividos en New York en su calidad de “Capital del Mundo”, han quedado grabados en mi mente como uno de los períodos más interesantes de mi vida y se quedarán allí para siempre en mi recuerdo. Nunca más, a pesar de las altas funciones que llegué e desempeñar en cuatro de los cinco continentes del mundo, estuve tan cerca de un evento tan importante como el que se llevaba a cabo en esos días en el salón del Consejo de Seguridad de la ONU en junio de 1967.

Esa guerra “caliente” en el Medio Oriente, que el mundo entonces llamó “la Guerra de los Seis Días”, en efecto se detuvo imediatamente, no tuvieron que morir más soldados árabes ni israelitas en ese conflicto, pero la “Guerra Fría” no se detuvo. El mundo siguió viviendo por casi dos generaciones más, un delicado balance de fuerzas entre las dos superpotencias, balance que de vez en cuando provocaba importantes guerras regionales, incluyendo una en el mismo lugar y con los mismos actores que la “guerra de los Seis días”, guerra que se llamó entonces la “Guerra del Yom Kippur, en Octubre de 1973, sólo seis años después de la guerra anterior. En esta nueva guerra, Siria, Egipto, Jordania e Irak, junto con el movimiento Palestino y por supuesto con el apoyo y armas Soviéticas, volvieron a invadir Israel. Esta vez, la guerra duró cerca de veinte días y el resultado final fue casi exactamente igual que el de la guerra anterior. Los invasores fueron forzados por Israel a batirse en retirada y los soviéticos tuvieron que volver a sufrir el deshonor de haber auspiciado una vez más una guerra en la que sus clientes árabes volvieron a perder…

La paz en el Medio Oriente sigue sin conseguirse. La intransigencia de los actores principales hace casi imposible una reconciliación de árabes y judíos. En el año 2012, cuarenta y cinco años después de la guerra de los seis días, los mismos países, con distintos líderes siguen enfrentados sin encontrar una solución definitiva a su conflicto.

Mientras tanto, la noche de 30 de junio de 1967, el día de mi cumpleaños número 25, en el Playboy Club de Nueva York, como si fueran las frutillas y la crema sobre la torta de mi cumpleaños, seis conejitas me cantaban el “happy birthday” y se tomaron una foto conmigo. Este si que fue un feliz cumpleaños para Rafico…En realidad no hubo una “torta” de cumpleaños, pero si un rico pedazo de cake que una de las conejitas me entregó después de ella comerse un pedacito del mismo. La foto que fue tomada por una de las conejitas, la conejita fotógrafa, se ha perdido y yo pagaría cualquier cosa por recuperarla. Mi esposa Fanny jura que no tiene que ver nada con esa desaparición, y yo le creo, por supuesto…

A finales de mayo de 1967, concluí mis clases de inglés en la NSSR y junto con mis demás compañeros del sexto nivel, tomé el examen que nos permitiría ingresar a estudios académicos en la misma Universidad. Aprobamos el examen los 10 estudiantes de mi curso y eso nos permitía matricularnos para estudios superiores en la misma universidad. Como resultado de esto, decidí mantener mi trabajo nocturno en el Playboy Club y continuar estudiando en el horario diurno.

Hago una breve historia de la Universidad en la que estudié mientras estuve en Nueva York:
ESTA ES LA ZONA DONDE SE ENCUENTRA LA NEW SCHOOL FOR SOCIAL RESEARCH EN NUEVA YORK

La NSSR (New School for Social Research) fue fundada en 1919, por un grupo de profesores “pacifistas” de la Universidad de Columbia que habían tomado una actitud de franca oposición a la participación estadounidense en la Primera Guerra Mundial, y a la política exterior del presidente Wilson, y que por lo mismo fueron censurados por el presidente de dicha universidad.

Estos profesores reaccionaron a su censura renunciando a sus cátedras y fundando una nueva universidad (la NSSR) dirigida a gente adulta, en el distrito de Chelsea en la ciudad de Nueva York. En esta universidad, sus alumnos podrían discutir libremente sus ideas, no sólo entre ellos y con sus profesores, sino con otros académicos, políticos y artistas de la época que representaban un amplio espectro de orientaciones intelectuales, políticas y sociales.

A través de las varias décadas desde su fundación (ahora casi cien años), esta universidad ha podido mantener el espíritu original, y “la Libertad de Pensamiento” de sus fundadores es el principio fundamental que la orienta. Uno de los mas influyentes diarios de los Estados Unidos, coloca a esta universidad entre las primeras diez escuelas “no tradicionales”. Entre los estudiantes mas destacados que han pasado por esta universidad están Shimon Peres el ex primer ministro y presidente de Israel; Eleanor Roosevelt, la esposa del gran Presidente americano Franklin D. Roosevelt y el famoso dramaturgo Tennessee Williams (Thomas Lanier Williams III), autor del libro Un Tranvía Llamado Deseo.

En la época en que yo ingresé a esta universidad, La New School for Social Research tenía (y creo que aun lo mantiene), un sistema de “programa de estudio dirigido por el estudiante” (student directed curriculum), que no requería que el estudiante tomara cursos de educación general. En su lugar, a los estudiantes se les alentaba a “explorar” antes de escoger una especialización, seleccionando tópicos que eran de su mayor interés, en otras palabras, los estudiantes tenían la oportunidad de ser los “diseñadores” de su propia e individualizada educación. Me aproveché de esta oportunidad, y decidí enfocar mis estudios en Economía, Economía de la Empresa, Organización y Administración de Negocios.

Decidí “probar las aguas” tomando un dieciséis horas de clase, y a fines de agosto, después de las clases de verano, estaba en buen camino. En el área de economía, los estudios incluían una amplia gama de “escuelas de pensamiento”, incluyendo la escuela Keynesiana (fundada por John Maynard Keynes, que destaca el papel del gobierno en la regularización de la economía, el empleo y los ciclos económicos), las escuelas post Keynesianas, así como también las clásicas teorías económicas de Smith, Ricardo y Marx. Terminé mi ciclo de verano con un promedio de 3.3 sobre 4, que me calificaba para una asistencia financiera que equivalía al 30% del costo de mis estudios. Esto, por supuesto me ayudó enormemente a sobrellevar el peso financiero de mis estudios. En los siguientes semestres, esta ayuda no sólo se mantuvo, sino que se elevó a casi el 50% del costo total.

Para el mes de octubre, y gracias a mi buen inglés, mi “ángel de la guarda”, Alberto Terreros me sugirió que era hora de que yo aplicara para un trabajo como mesero (“waiter”) para el turno de la noche en el restaurant donde él trabajaba ya desde hace algunos meses, el “Canterbury Restaurant”, un restaurant medio exclusivo, de tipo inglés, situado en la calle 47 West y Broadway, en el piso bajo del Hotel Edison, y en el corazón del área de Times Square, el distrito de los más famosos teatros de Nueva York. La clientela de este restaurant era casi exclusivamente compuesta por gente que iba a respectar las funciones de teatro.

Pese a que cambiarme de trabajo implicaba dejar atrás a las muy queridas y admiradas “conejitas del Playboy”, llené la solicitud de trabajo y me presenté a una entrevista con el gerente del restaurant y su Maître d’. Después de las entrevistas, mi solicitud de trabajo fue aceptada e inmediatamente comencé a trabajar allí. Ahora me tocó vestir un elegante uniforme de pantalón negro, camisa blanca, corbatín negro y chaqueta roja con un escudo de armas del castillo de Canterbury en la chaqueta, a la altura del corazón. Mi horario de trabajo sería desde las tres de la tarde hasta las once de la noche.

Para entonces, ya me había “independizado” y vivía en un apartamento pequeño, de un dormitorio en la calle 72, del lado oeste de Manhattan, muy cerca de la intersección con Broadway y la avenida Amsterdam. Tenía una estación de tren a sólo una cuadra y el Parque Central de Nueva York a sólo un largo bloque de distancia. Desde entonces, ese parque se convirtió en mi lugar preferido para caminar, por eso, cada vez que voy a Nueva York, el viaje no es completo si no camino por los sinuosos, ondulantes, verdes y bien cuidados senderos de este maravilloso parque.

En mi nuevo trabajo tenía la ventaja adicional de estar a sólo veinte minutos en tren desde la universidad de donde salía a la una de la tarde, y a solo otros veinte minutos de tren hasta mi departamento, pero, además, podía llegar después de mis clases y almorzar la comida que para los empleados se preparaba en el restaurant. En el intermedio entre la hora de la cena y la hora del “supper” podía comer también mi propia cena. Era una situación ideal. Ahora ya no tenía que cocinar en mi departamento. Para el desayuno, sólo comía un poco de cereal (corn flakes) con leche. Mi alimentación no sólo que había mejorado sustancialmente, sino que su costo se había reducido casi a cero. Además, entre una y treinta de la tarde y once de la noche, tenía al menos tres horas para estudiar. Era casi una situación ideal. Siempre pensé que Mi Dios protegía y guiaba cada uno de mis pasos, pero esta en particular, era una época en que me sentí especialmente protegido y guiado por El.

Comencé a ganar mas dinero del que jamás había pensado, yo era ya, después de sólo diez meses de mi llegada a Nueva York, un neoyorkino más, y mis horizontes se estaban abriendo mas rápido de lo que pudieran haberme sugerido mis sueños mas ambiciosos; mi espíritu me decía que las vías estaban abiertas para que yo pudiera subir aun más.
Pero no todo era perfecto, mi querida Anita empezó a quejarse de que yo no la visitaba lo suficiente. Ella vivía en Hackensack, en la vecina New Jersey, a solo una hora de viaje en bus desde Nueva York, y yo sólo la estaba viendo los domingos, cuando ni yo ni ella trabajábamos. No era que yo me despreocupaba de ella, pero mi calendario de trabajo y mis actividades entre estudio y trabajo no me daban más tiempo para verla. No era la situación ideal, pero era lo que yo podía hacer bajo las circunstancias que entonces vivía. A ella le resultaba duro entender esto.

Retrocediendo un poco en el tiempo, cuando llegué a Nueva York en enero de 1967 y la visité por primera vez en su casa, ella se puso muy feliz. Hablé con ella de mis planes, que incluían aprender inglés y luego asistir a la universidad, pero le hice también saber que mi idea no era quedarme a vivir en los Estados Unidos, yo había decidido que mi futuro estaba en el Ecuador. Le pedí que no le hiciera saber a su padre que yo estaba en Nueva York, y ella estuvo totalmente de acuerdo. También acordamos que yo la visitaría sólo los fines de semana y los días festivos, con lo que ella también estuvo de acuerdo.

Unas semanas después, cuando ya estaba tomando mis cursos de inglés, le sugerí que también ella tomara clases de inglés en la misma universidad, en el horario de los sábados, y así lo hizo, pero su estamina y su deseo de mejorar su inglés no eran iguales a los míos, así que en sólo un mes renunció a sus clases a pesar de que su inglés era sólo muy básico y de que en su trabajo no tenía oportunidad de mejorarlo, puesto que ella trabajaba como obrera en una fabrica de perfumes, ganando un salario de $44 por semana y donde el 95% del personal de la fábrica eran hispano parlantes (mayoritariamente exiliados cubanos) con quienes no necesitaba hablar inglés.


En mi próximo capítulo: EL DULCE Y AMARGO SABOR DE NUEVA YORK

1 comment:

  1. Hola querido Rafico, para continuar con mi saludo, por favor confirma esta recepcion, Abrazos.

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