Saturday, April 13, 2013

PARIS, LA BELLA




Con más de dos mil doscientos anios pasados desde su fundación, Paris es una de las ciudades más Viejas de Europa. Los galos, tribus de origen nórdico se asentaron en el territorio en que hoy está Paris entre los anios 200 y 250 AC y establecieron allí sus comunidades de pescadores a las orillas del rio Sena. Eran indomables guerreros que bajo el mando de su legendario héroe Asterisco, resistieron por muchos años la invasión romana. Su asentamiento más importante, ubicado en el sitio donde hoy está Paris tenía el nombre de Lutecia, ciudad que después de largos años de resistencia, llenos de batallas heroicas, fue finalmente tomada por Julio Cesar, el más famoso de los conquistadores romanos en el año 52 AC.



Paris a la que conocemos como la ciudad Luz, es una ciudad de mucha historia, de mucha cultura, es la ciudad de Víctor Hugo y de sus Miserables, de Napoleón y su grandeza militar, de Robespierre y su guillotina, de Luis XIV y su absolutismo, la ciudad de La Bastilla, de la Torre Eiffel, del museo de Louvre, de Los Campos Elíseos, el Palacio de Versalles, del Arco del Triunfo, de la Catedral de Notre Dame, pero también es la ciudad de la mejor gastronomía y de los mejores espectáculos del mundo.


Llegué a Paris en junio de 1972, con una maleta muy ligera, pero con mi corazón lleno de esperanzas por concretar lo que para mi había sido hasta entonces una de mis mas grandes ilusiones, llegué en un tren desde el sur de Alemania, viaje durante el cual mi espíritu campesino continuó deleitándose con la vista de los extensos campos llenos de cultivos casi listos para la cosecha al final de la primavera y comienzo del verano. Siguiendo las direcciones de mi libro “Europa por 20 Dólares Diarios”, me alojé en un pequeño pero inmejorablemente ubicado hotelito, impecablemente limpio, en una habitación de no más de 3 x 4 metros, con solo una pequeña cama de una plaza, un velador y un lavabo pero sin servicio higiénico ni ducha, al más clásico estilo de los viejos y pequeños hoteles europeos de la época y que hasta hoy sobreviven. La habitación solo me servía para dormir, porque decidí que a Paris había que conocerla recorriéndola de norte a sur y de este a oeste, una veces a pie y otras en el metro, ese viejo pero muy eficiente sistema de trenes subterráneos que los franceses han venido usando por cerca de ciento cincuenta años.



Recorrí las calles de Paris dia y noche, visité el Museo de Louvre, el más grande y más famoso del mundo por dos días consecutivos, me deleité mirando las más grandes obras de arte de la humanidad (incluyendo a la Mona Liza, a la que me quedé mirándola por cerca de quince minutos) y, en la noche, con los pies y hasta la espalda adoloridos llegaba al hotel sólo a descansar, para poder emprender un nuevo dia con mas bríos. Caminé por los Campos Elíseos desde Louvre hasta el Arco del Triunfo y de allí a la Torre Eiffel, para volver por la orilla del Sena hasta la Catedral de Nuestra Señora de Paris, y como si esto fuera poco, también asistí al show del más famoso cabaret del mundo, El Lido, un asombrosos show de arte, magia y belleza femenina, combinados para deleitar a turistas de todo el mundo.



Mi asiento en este show estaba a menos de tres metros del escenario principal, vi las mujeres más bellas del mundo, como si estuviera viendo un show en tercera dimensión, tan cerca que casi podía tocarlas, treinta mujeres entre las más bellas talentosas y coquetas, bailando acompasadamente al son de la música tocada por una orquesta de maestros de la música moderna. Llegué a peñizcarme suavemente para asegurarme de que lo que veía era cierto, que no era un sueño y si lo era, prefería no despertar. Paris, Paris, la más bella ciudad del mundo, me enamoré de ella con un amor que no solo ha perdurado en el tiempo, sino que se agranda cada vez que digo su nombre y me acuerdo de ella. La he visitado al menos cinco veces desde entonces, y mi admiración y mi amor por ella se hace cada vez más grande y más firme. Siempre quiero volver a verla y a sentirla…



Tuve tiempo para visitar la tumba de Napoleón, ese controvertido y heroico hombre, el más grande y famoso soldado de Francia que le dio a su país sus más grandes glorias bélicas, pero que también fue el promotor de los modernos códigos civiles del hemisferio occidental. Napoleón, tuvo su más grande gloria militar en Austerlitz donde derrotó a las fuerzas del imperio Austro Húngaro, lo que le dio el control casi total de Europa, pero fue finalmente derrotado por los ingleses en Waterloo, donde fue apresado y luego exiliado a la Isla de Santa Elena, donde murió pobre y abandonado. Los franceses sin embargo lo recuerdan y lo respetan como el más glorioso representante del orgullo galo.



Durante mi visita a Paris, me sorprendí de lo bien que pude comunicarme con los Franceses en su idioma. Yo tomé clases de Francés en los dos primeros años de mi secundaria, en el Seminario Menor La Dolorosa en Riobamba, allá por los anios 50, pero reforcé mis conocimientos de ese idioma en La Alianza Francesa en Guayaquil, donde uno de mis compañeros mas aprovechados era mi gran amigo y colega golfista Pepe Salame con quien siempre nos saludamos en francés y nos reímos de lo poco que nos queda de ese bello idioma. No estar en capacidad de recordar suficientemente mi viejo francés para sostener una conversación es ahora una de mis frustraciones, pero nunca abandonaré mi plan de estudiarlo de nuevo hasta poder volver a hacerlo

Cada vez que regreso a Paris, tengo la inexplicable sensación de estar en un lugar en que he vivido mucho tiempo atrás. Algunas de sus estrechas calles empedradas me recuerdan los callejones por los que Jean Valjean era perseguido por el incansable e imperturbable inspector Javert, y por los que Mario, el joven rebelde enamorado de la bella Cosette y sus heroicos amigos construían las barricadas desde donde peleaban por sus ideales. Paris, Paris La Bella… siempre estarás en mi retina y en mi pensamiento.

En mi próximo capítulo: ITALIA, HISTORIA Y ARTE