Wednesday, September 3, 2014


En el capítulo anterior ya hemos visto como Carlito y Matteo se graduaron de hinchas del futbol. Disfrutaron la copa del mundo de principio a fin, sintieron la alegría de la victoria de sus equipos, pero también sintieron la tristeza de la derrota y como corolario, vieron, junto a sus aleuitos, la gran final entre Alemania y Argentina, sentados cómodamente en una sala de cine, con pantalla gigante.


CAPITULO IV
LA FINAL DE LA COPA DEL MUNDO
Y bueno, así llegamos a la final de la Copa del Mundo, enfrentando a Alemania con Argentina, Carlito y Matteo le fueron a Alemania, se vistieron con el uniforme alemán e hicieron barra en el cine por el equipo de sus simpatías, cuando faltando unos ocho minutos para terminar el parido en su segundo tiempo de alargue, Alemania hizo el gol que finalmente le dio el triunfo y la copa de campeón, Carlito y Matteo saltaron de alegría, celebraron la victoria con el máximo entusiasmo, y nos dejaron a los que le íbamos a Argentina casi con la misma tristeza conque Messi y sus compañeros recibieron las medallas de vice campeones mundiales. Su alegría por el triunfo de Alemania les duró por varios días y disfrutaban viendo sus fotos con el uniforme alemán, una de las cuales conservo en la pantalla de mi computador grande, en la que aparecen mis dos nietos frente a la puerta de entrada a nuestra casa en Puerto Azul; Carlito con su sonrisa de triunfo y su pinta de artista de cine, y Matteo con sus gafas de galán matador! Creo que mis dos nietos no van a olvidar por mucho tiempo sus emociones en la Copa del Mundo de Brasil 2014, y yo tampoco…



CAMPEONES DE TENIS
Pero, la Copa del Mundo no fue la única cosa que ocupó la atención de mis dos nietos y de sus abuelitos chochos. Tenían sus clases de tenis con el profesor Wimper, un excelente instructor en el Guayaquil Country Club que les dedicó su tiempo y su esfuerzo con cariño y dedicación. Cuando llegaron esta vez al Club, Matteo y Carlito ya eran dos viejos conocidos alumnos de Wimper, su reencuentro, después de un año, fue muy emotivo, ambos saludaron, dieron la mano y abrazaron a su maestro con los modales y la cortesía de dos versados caballeros y como si su ausencia hubiese sido de tan solo un par de meses.
Durante los viajes al Country Club, yo manejaba el vehículo así como los controles del concurso de matemáticas que diariamente teníamos. Sentados en los asientos posteriores y bien asegurados con sus cinturones de seguridad comenzaba el concurso que tanto Carlito como Matteo disfrutaban sin parar y con él aprendieron mucho la lógica siempre presente en las matemáticas. Intenté, con bastante éxito, utilizar este concurso para ayudarles a aprender nuestro idioma, al principio bajo la protesta de Matteo que quería que este fuera en inglés, sin embargo, poco a poco fueron acostumbrándose a hablar en español, cosa que la hacían sin que dejaran notar ningún acento que no sea de guayaquileños legítimos. Cuando se cansaban de las matemáticas iniciábamos el proceso de aprender canciones en español, cosa en la que tuvimos mucho éxito, pues, para la fecha de su partida, ellos sabían cantar varias canciones y decir frases largas en un perfecto español.
Las clases de tenis comenzaron inmediatamente y continuaron por seis semanas seguidas por seis días a la semana, al ritmo de una hora diaria que se distribuía en tres sesiones de 15 minutos para Carlito, con descansos de cinco minutos, y dos sesiones de diez minutos para Matteo. Carlito comenzó recordando un poco las clases del año anterior, en las que Wimper le ponía énfasis en que doble las rodillas y se prepare bien para recibir y devolver la bola.
Con Matteo las clases eran más suaves y se concentraban en lograr que el devuelva las bolas lanzadas suavemente y con la mano por su entrenador con su forehand y su backhand. Dicho sea de paso, Matteo tiene un elegantísimo movimiento en su backhand, de tal modo que cuando le toquen las clases en serio, probablemente ese va a ser su punto más fuerte en el juego.
En las primeras semanas Carlito luchó para asimilar el método de trabajo de su profesor, que lo puso a trabajar un poco en el concepto del servicio, el mismo que ya entendía bastante bien. A partir de la tercera semana, y hasta la sexta, Carlito se convirtió en un jugador que exigía jugar “match” (un partido de por lo menos dos sets) con su profesor en cada clase, y este le daba gusto. En estos partidos Carlito me recordaba mucho a mi mismo cuando jugaba tenis, pues corría con decisión para retornar todas las bolas, tanto con su forehand como con su backhand (este último con las dos manos, tal como lo hacen los más grandes jugadores de la actualidad), y disfrutaba muchísimo cuando lograba lanzar un winner (tiro ganador, con fuerza) que el profesor no alcanzaba a retornar. Cada vez que pegaba la bola para devolverla al adversario, Carlito lanzaba un grito de aaajo, aaajo, tal como lo hacen algunas de las estrellas del tenis en los torneos internacionales, cosa que asumo le da impulso psicológico para seguir peleando cada punto.



En estos partidos con el profesor, algunas veces Carlito ganaba, y allí su clase terminaba, se acercaba a la mesa agitado y sudoroso donde yo estaba de espectador y lo recibía con un abrazo de compadrito y un beso, entonces él pedía la toalla y agua para beber; se sentaba junto a mí y sonreía con satisfacción. En los intermedios de un minuto durante el partido yo le daba agua y una banana para hidratarle y restituirle el potasio. Sus actitudes eran las de un verdadero jugador profesional.
Cuando el profesor le ganaba en los partidos, Carlito se ponía triste, pero luego de que yo le hablaba y le levantaba el ánimo, volvía a ser el mismo de siempre y me pedía que completemos la mañana con un partido de futbol en la cancha del club.
El último día de las clases de Tenis, cuando ya los niños se alistaban para regresar donde sus padres, Carlito jugó un partido “a muerte” con su profesor. El premio para el ganador era una medalla de oro. El día y la noche anteriores a este partido, Carlito estaba sumamente preocupado, porque quería ganar esa medalla y para eso tenía que ganarle al profesor, quien hacía solo dos días le había ganado un partido de dos sets 6-4 y 7-5.




La noche anterior al partido más importante, después de la cena pidió que le diéramos un guineo, y antes de acostarse a dormir, después de darme el abrazo de compadrito y el beso de costumbre, me dijo al oído “aleuito, yo tengo que ganar ese partido”. Esa noche se mostró preocupado y creo que hasta soñó con el partido.
El viernes 18 de julio, se levantó pensando en el partido y pidió un desayuno con un “hot dog del aleuito”. Le preparé su perro caliente tal y como al él le gusta (con cebolla perla, salsa de tomate y mostaza) y se lo comió con gusto, pero pidió además un guineo. Durante el partido, que duró dos sets que él ganó 6-4 y 6-3, me pidió que le tuviera listo Gatorade, y cada dos games venía a la mesa, sudoroso y agitado donde yo estaba, para tomarlo. Terminado el partido con su triunfo, Carlito dio una vuelta olímpica alrededor de la cancha con los brazos en alto y finalmente vino a la mesa, donde su amigo Max le esperaba para colocarle la medalla de oro que orgullosamente la exhibió para las fotos. Cabe destacar que durante este partido, Carlito contó con una numerosa barra que desde las tribunas le alentaban cada vez que colocaba un “winner” o devolvía bien una bola muy fuerte de su adversario.


Matteo recibió la medalla de plata y Max la de bronce. Matteo, igual que Messi en la copa de Brasil, no se mostró muy feliz con su medalla de plata, él quería la de oro y berreó un poco por ello, pero cambiar eso hubiera sido equivalente a una guerra civil. Después de mis esfuerzos diplomáticos que duraron un par de minutos, Matteo aceptó la medalla de plata y las cosas volvieron a su lugar, y así pudimos ir a jugar futbol, que era lo que el amigo Max quería desde el primero momento.

Max quería que su equipo estuviera formado por él y “tío” Rafico, y al otro equipo fueran Carlito y Matteo. Tuve que usar diplomacia de alto calibre para que los chicos se pusieran de acuerdo y finalmente Max y Matteo fueron a un equipo, mientras que Carlito y yo fuimos al otro. Después de treinta minutos de juego intenso, el partido terminó empatado a diez goles por bando, y todo el mundo terminó contento. Después de esto, todos estábamos con hambre y fuimos al “Chonta” a servirnos el almuerzo. Fue una mañana de intenso bregar deportivo que dejó a los chicos felices y a mi igual, pero muerto de cansancio.


ALEUITO, TU ERES NINJA?
El comportamiento de nuestros nietos en las reuniones sociales que teníamos con adultos fue siempre ejemplar, ellos llevaban sus “tabletas” a las reuniones y se entretenían solos, sin que se notara su presencia en lo absoluto, hasta que se quedaban dormidos. Esto era objeto de admiración por parte de nuestros amigos acostumbrados a que sus niños empiecen a hacerse “notar” de alguna manera para obligar a los adultos a acortar su presencia en sus reuniones sociales. En nuestro caso, gracias al buen comportamiento de nuestros nietos, nunca tuvimos que hacer eso.
El día que nuestra querida amiga Silvita de Santacruz celebraba sus 60, ella pidió a sus invitados que vistiéramos al estilo de los años 60. Fanny, la aleuita, se las arregló para lucir muy bien con su elegante y apropiada vestimenta, pero yo no tenía que ropa ponerme para “ubicarme” en esa década, así que Fanny me sugirió y yo acepté de buen agrado que me amarraría una cinta de color rojo en la cabeza, con una pequeña cola que colgaba hacia un lado. Carlito y Matteo, que a la hora de nuestra salida a la fiesta se quedaban en casa bajo el cuidado de Simona, estaban cómodamente acostados en mi cama mirando en la TV uno de sus programas favoritos, e indiferentes a nuestros ajetreos para lucir de los 60´s. Cuando nos acercamos a ellos para despedirnos con un beso, Matteo, con una cara de enorme sorpresa me miró y me dijo en voz muy alta “aleuito, tu eres ninja?”. Fanny y yo nos soltamos a reír mientras yo abrazaba y besaba a Matteo por su oportunísima ocurrencia, que ciertamente tenía su plena justificación. Al mirarme luego en el espejo me di cuenta, que ciertamente tenía la pinta de un NINJA.



UNA FIESTA SOLO PARA NIÑOS

Los días de la estadía de Carlito y Matteo con sus abuelitos en Guayaquil se acortaban y aun no habíamos hecho una reunión con sus primos y amigos pequeñitos. El sábado 12 de julio les armamos una fiestita a los pequeñines. Asistieron los primitos, por supuesto, pero también niños hijos de nuestros amigos. El atractivo principal de la fiesta era la asistencia de Spiderman, el personaje de la TV que tanto gusta a los niños, quien les armó un concurso de baile para niños y otro para niñas, con eliminaciones progresivas hasta que quedaba un solo bailarín en el tablado en cada categoría. Hubo un premio especial para las niñas y uno para los niños. Hubo pizza para todos los pequeñitos y sánduches de chancho para sus acompañantes adultos, al final, no quedaron ni las migas para las pobres hormigas que aguardaban el fin de la fiesta para comenzar la suya!