Saturday, November 27, 2010

LOS GRINGOS DE PALLATANGA



EL GRAN VALLE DE PALLTANGA VISTO
DESDE SU ENTRADA AL SUROESTE
Había en Pallatanga tres ciudadanos extranjeros a los cuales la gente les llamaba simplemente “los gringos”, eran míster Aitken, míster Hamilton y míster Tomsich.
Míster Erwin Aitken, era un norteamericano nacido en el medio oeste agrícola por excelencia, en uno de los estados que son el granero de los Estados Unidos, como Kansas, Missouri, Oklahoma, Indiana o Minnesota. Había trabajado en la Empresa de Ferrocarriles cuando esta era operada por una empresa Anglo Americana y se enamoró del Ecuador y de una mujer a la que dedicó su vida. Era muy alto, delgado, más bien enjuto, hablaba un español bastante entendible y estaba casado con una señora mestiza originaria del área de Pallatanga, Doña Juanita Orozco. Ellos habían comprado una hacienda muy grande llamada Sucuso, ubicada a unos cinco kilómetros al suroeste del pueblo y unida a este por un estrecho camino de herradura que atravesaba la montaña serpenteándola peligrosamente, y dejando al rio cada vez más hacia lo profundo del abismo que se formaba a la izquierda del camino, mientras hacia la derecha sólo se podía mirar la imponente y casi vertical montaña. La Hacienda comprendía una hermosa llanura muy extensa y fértil de unas doscientas hectáreas que terminaba en una punta, en el sitio donde profundos barrancos formados a través de los siglos por la erosión formaban un acantilado de unos doscientos metros de profundidad, disimulados por una espesa vegetación que cubría los barrancos hasta hacerlos aparecer menos peligrosos de lo que en realidad eran. La hacienda comprendía además unos cerros hacia el lado oeste, con otras doscientas o trescientas hectáreas de laderas a las que míster Aitken les llamaba San Vicente.
Míster Aitken y su mujer tenían varios hijos varones y una hija, la niña era una verdadera muñequita, de tez muy, muy blanca, de ojos celestes como el cielo, de pelo oscuro, casi negro, de mejillas rosadas y facciones muy finas, era casi una copia de Blancanieves, el personaje de los cuentos de hadas que se ha recreado para el cine y que vive en el mundo mágico de Walt Disney. Genevieve era su nombre, y no tenía más de diez años cuando, víctima de la implacable gastroenteritis murió, dejando a sus padres sumidos en la más grande tristeza y a Pallatanga huérfano de la más hermosa criatura que allí ha nacido jamás. Sus hermanos eran Moris, Merwin, Marvin, Erwin y otro cuyo nombre se me escapa, todos ellos decidieron en algún momento de sus vidas regresar a los Estados Unidos y viven allí, sin que hayan mantenido mayor contacto con nuestro pueblo.


LAS MONTAÑAS DE SUCUSO AL
SUROESTE DE PALLATANGA

Erwin Aitken era un agricultor por esencia, era uno que hacia las cosas con un enfoque más moderno que el de los demás agricultores de nuestro pueblo, quienes usaban entonces, y usan aun ahora, el arado con dos bueyes para labrar la tierra. El usaba un tractor que de alguna manera había logrado traer en piezas hasta su hacienda a lomo de mula; usaba una máquina semiautomática para desgranar el maíz, y había hecho un pozo de agua desde donde él y su familia se abastecían del liquido vital, en lugar de tomarlo de las vertientes o de las acequias como lo hacían los demás pobladores de Pallatanga.
Aitken tenía muy buenos conocimientos de ingeniería civil, de agrimensura y hasta de medicina. Era el único habitante de Pallatanga que siempre tenía un buen stock de suero antiofídico para protegerse del peligro que significaba para él y sus peones, la existencia de víboras venenosas en su hacienda. Fue Erwin Aitken quien hizo el trazado del camino piloto que permitió la entrada a Pallatanga de los primeros carros, atravesando la arrugada cordillera occidental que geográficamente separa a Pallatanga de las mesetas del callejón interandino en el centro del país. Dos de sus hijos, Moris y Merwin fueron nuestros compañeros de escuela en los primeros grados de la primaria. Míster Aitken cultivaba en su hacienda, con mayor eficiencia que los agricultores locales, principalmente caña de azúcar para producir panelas, maíz, alverja y fréjol. Siempre fue un personaje respetado y admirado por la población local.

EL VALLE DE PALLATANGA VISTO DESDE
SILLAGOTOLA ANTIGUA HACIENDA
DE LOS TOMSICH
Otro “gringo” que vivía en Pallatanga era Míster Hamilton, un norteamericano igualmente alto, probablemente mayor que Aitken y casado con una hermana de la mujer de este, doña Victoria Orozco. Hamilton había comprado la hacienda “La Tigrera” colindante con la de su paisano y apenas a unos tres kilómetros de Pallatanga, allí vivía con su mujer, con quien nunca tuvo hijos, pero los chicos Aitken le llamaban Tío. Hamilton solo salía al pueblo los domingos, montado en un caballo bayo muy grande. Lo hacía para abastecerse de los alimentos básicos que se vendían en la plaza del pueblo los domingos y, del pan que hacía y vendía mi madre a quien siempre repetía que su pan era el más rico que él jamás había comido. Hamilton causaba la admiración de sus vecinos porque siendo él un hombre mayor, no necesitaba de mucho esfuerzo para hacer que su caballo viniera a su casa todas las mañanas cuando necesitaba montarlo, porque éste obedecía su llamado en inglés; come ooon, come ooon (veeenga, veeenga). No sé cuando ni como murió míster Hamilton, ni que pasó con su hacienda después de su muerte, sólo sé que también fue un hombre muy querido y respetado entre la población local.
Míster Tomsich, el tercer ¨gringo de Pallatanga, era un ciudadano austriaco, un hombre muy alto, de pelo muy rubio y dueño de la hacienda Sillagoto, que en un tiempo atrás perteneciera a un tío abuelo nuestro (Nicolás Cadena). Tomsich producía aguardiente y panelas en su hacienda, una bella y extensa llanura totalmente bajo riego natural¨, y limitada, igual que Sucuso, por enormes acantilados llenos de vegetación . Sus dos hijos, Walter y Oscar vivían con él en su hacienda y le ayudaban en su rudo trabajo. Todos conocían que Tomsich producía la mitad del aguardiente de su hacienda para ser entregada al estado, dentro del concepto de “monopolios del estado” que se manejaba en aquellos tiempos, mientras la otra mitad se vendía a los contrabandistas de la época, a vista y paciencia de los “guardas de estanco” que eran funcionarios encargados de vigilar que TODA la producción de alcohol se entregara al estado. Esa era, un poco más o un poco menos, la proporción en que operaban todos los agricultores de caña de azúcar y productores de aguardiente en el área y en el país. Tanto es esto verdad, que el estado finalmente comprendió que su política monopólica no era adecuada ni económica y unos pocos años después, el monopolio estatal del alcohol se abolió totalmente, dando lugar a la libre producción de alcohol y sus derivados. En los últimos años de su vida, y cuando había quedado viudo, Tomsich por alguna razón se hizo un hombre muy religioso, llegó a hacerse diácono y terminó sirviendo a la iglesia en Pallatanga como un asistente del párroco. Sus hijos y nietos emigraron a Guayaquil y Quito.


LAS BELLAS Y FERTILES PLANICIES
AL SUR DE PALLATANGA

Estos tres ciudadanos extranjeros y sus familias se incorporaron a la vida de Pallatanga y florecieron en nuestro clima y en nuestra sociedad cual plantas nativas, ellos ayudaron en muchos casos a mejorar los métodos y procedimientos de cultivo y de cosecha de los pallatangueños, sus hijos se educaron en las escuelas primarias locales, su vida diaria era casi igual a la de los habitantes nativos. Cuando se fueron de Pallatanga o se murieron los troncos familiares, sus familias emigraron, sus haciendas se retacearon y los pallatangueños los añoraron por mucho tiempo. Su paso por nuestra tierra fue fructífero.
Poco después, en Pallatanga se dejo de producir aguardiente, hoy, casi todas las tierras de Pallatanga se dedican a cultivos de ciclo corto, más lucrativos, como el frejol y el tomate, productos que llenan las mesas de los ecuatorianos con la menestra y las ensaladas nuestras de cada día. Otra actividad muy en boga hoy en dia en Pallatanga es el cultivo de flores, que se hace bajo el concepto de “invernaderos” que ocupan poca extensión de tierra y producen permanentemente durante todo el año. No hay duda que la construcción de la carretera Riobamba, Cajabamba, Pallatanga Bucay, una obra ideada y ejecutada por el presidente Velasco Ibarra en los años sesenta, ha cambiado radicalmente la economía de la zona y le ha dado a su gente buenas razones para amar y trabajar la tierra, una vocación ancestral de sus habitantes, mejorando su modo de vida y las perspectivas para sus hijos. Hoy Pallatanga tiene un colegio técnico agrícola, de allí deben salir los hombres y mujeres que seguirán la tradición iniciada por sus ancestros.
En mi próximo capítulo: EMPIEZO A VIAJAR SOLO