Wednesday, November 2, 2011

COMO LLEVO LA NOTICIA A MIS PADRES

Las últimas palabras del padre José María González de Rivera han resonado siempre en mis oídos y continúan haciéndolo más de cincuenta y cinco años después de que fueron pronunciadas, y le doy gracias a mi Dios porque se convirtieron en una profecía. Dios ha bendecido siempre lo que yo he hecho, me ha bendecido en mi trabajo, me ha bendecido dándome una mujer y una familia admirables, me ha bendecido dándome los medios y la capacidad para ser un hombre honorable, solidario, responsable, competente y gracias a ello me ha dado una lluvia permanente de amigos, que es la riqueza mas importante que he tenido en mi vida. Gracias Padre González por sus palabras y su profecía.

Salí de la oficina del padre González profundamente confundido, más que eso, preocupado, y tal vez más aun, tenía un miedo terrible, a pesar de que en ese momento no había alcanzado a ver todas las implicaciones que esta conversación iba a tener para el resto de mi vida. Yo era demasiado joven para entender todo eso, yo solo estaba seguro de que en ese momento estaba dando mis últimos pasos en el colegio al que amaba tanto y que yo estaba entrando en un nuevo y crucial punto de mi vida. Sabía que yo estaba definitiva e irreversiblemente fuera del Seminario. Sabía también que mis padres no iban a poder pagarme un colegio comparable en ninguna parte.

Nunca se me ocurrió que yo no fuera un niño con suficiente “piedad o vocación sacerdotal”, a esa edad, yo no entendía los conceptos de “ser piadoso”, “libre pensador” o de “pensar dentro de los límites admisibles”, mientras lo que si era claro para mi es que yo amaba mi colegio, me gustaba y disfrutaba casi todo lo que teníamos en él, la educación, las clases de idiomas, jugar al futbol (sobre todas las cosas), el basquetbol, la excelente comida, las excursiones de fin de semana, la lectura diaria de los cuentos de los hermanos Grimm durante las comidas, etc., etc. Simplemente yo NO estaba preparado para aceptar que todo eso iba a dejar de ser parte de mi vida. Derrepente me sentí lleno de miedo, casi con pánico, como cayendo en picada desde una gran altura, como si estuviera subido a una montaña rusa casi vertical, corriendo a gran velocidad, con mis ojos tapados y en medio de la noche, sin nadie que estuviera controlando la situación.

Cuando llegué al dormitorio me comencé a preguntar “¿tengo, o tuve alguna vez, la vocación para ser un sacerdote?”, “¨que mismo es la vocación sacerdotal?”, honestamente yo no tenía, y por tanto no encontraba, las respuestas a mis propias preguntas, pero lo peor de todo era que yo no entendía nada de esto. Si ser un buen estudiante, con calificaciones brillantes y buena conducta, sintiéndome feliz en el colegio Seminario no es suficiente, entonces, por el amor de Dios, ¿Qué es suficiente? Simplemente yo no tenía los argumentos con los que pudiera rebatir al padre González, por lo tanto, yo debía aceptar que NO podía retornar al colegio que tanto amaba y que en poco mas de un año y medio se había convertido en parte esencial de mi vida.

Lo que si sabía era que mi vida iba a sufrir un cambio dramático. Viniendo como venía, de una familia muy humilde y sin recursos económicos, no había forma de que en ella se consiguieran los medios para ponerme en un colegio comparable al Seminario, y lo más probable es que yo tendría que ir a parar en algún colegio público como aquel en el que comencé mi primer año de secundaria en Guayaquil.

Los colegios públicos en esa época (tal como ocurre hoy), eran aquellos a los que la gente sin recursos enviaba a sus hijos a educarse porque no tenía otra alternativa. La educación no era mala, pero era definitivamente de menor calidad de la que se podía conseguir en colegios particulares, especialmente religiosos. La situación es aún peor en estos días porque desde hace algunas décadas, un sindicato de profesores controlado por dirigentes de tendencia comunista Maoista, controla y maneja la educación pública, negándose a cualquier forma de evaluación de su desempeño por parte del gobierno o de los padres de familia. Todo intento de parte de los quince últimos gobiernos del Ecuador durante los últimos cincuenta años por quitarle el control de la educación a este sindicato ha fracasado rotundamente, con el resultado obvio de una educación crecientemente deficiente para la juventud pobre del país.

Pero la pregunta que me atormentaba esa noche era; ¿cómo iba yo a comunicar a mis padres el mensaje del padre González?; ¿lo entenderían?, ¿se enfadarían conmigo?; me harían responsable por no haber podido seguir adelante con su sueño de tener un hijo sacerdote? Todo el viaje de doce horas en el tren hacia Guayaquil, que solía ser una de las cosas mas lindas de mi año escolar, iba a estar lleno de esos pensamientos sombríos.

Me fui a mi cama con una serie de sentimientos contradictorios; sí, me estaba yendo de vacaciones, pero no, no retornaría a mi amado colegio, al lugar donde había vivido mas de un año y medio y había disfrutado los meses más felices de mi corta vida de estudiante.

Empaqué mis pocas cosas en mi pequeña maleta de madera para mi viaje a Guayaquil, donde mi mamá y mi papá estarían esperándome al final del siguiente día. Niño al fin, no tardé en quedarme dormido a eso de las nueve y media de la noche, pues debían despertarme a las cinco de la mañana para poder tomar el tren mixto con dirección a Guayaquil, que salía de Riobamba a las siete de la mañana.

En la mañana siguiente, un taxi vino a recoger a otros tres estudiantes y a mí, quienes debíamos viajar en el mismo tren, tres se quedarían en estaciones de la ruta a Guayaquil, mientras yo debía desembarcar al final de la misma a eso de las siete de la noche. Nos despedimos de aquellos compañeros que estaban despiertos y salimos hacia la estación del tren. El tiempo estaba algo mas frío que de costumbre, y a las seis y quince de la mañana, pudimos ver que a pesar del frío, algunos niños empezaban ya a hacer volar sus cometas en las casi desoladas y polvorientas calles de Riobamba. Volar cometas era el deporte favorito de los niños en esta época del año, cuando los vientos son fuertes y las frágiles cometas vuelan más alto y más lejos. De pronto sentí ganas de subirme a una cometa y volar lejos, muy lejos...