Monday, March 25, 2013

EUROPA POR VEINTE DOLARES DIARIOS




Tulipanes en flor en el verano de Holanda

Al terminar mi cuarto dia en Holanda, decidí tomar el tren hacia Stuttgart, en Alemania, donde debía visitar a los suegros de mi amigo y supervisor Jerry Windham, cuya linda esposa alemana, Helga, me había entregado una carta para ellos. Fui a la estación del tren y pedí un boleto para la ciudad de mi destino y la chica que atendía la boletería me lo entregó advirtiéndome en perfecto ingles que debía hacer un cambio de tren en Colony, bien adentro de Alemania. Abordé el tren que salió con puntualidad suiza y empecé a leer un libro mientras el tren se desplazaba raudo por los planísimos territorios que nos conducían a Alemania. Paré de leer mi libro para disfrutar de la belleza de los campos europeos que a ambos lados del tren mostraban sus inmensos cultivos de tulipanes, violetas, girasoles, jazmines, lavanda y mostaza, todos en flor que parecían perderse en el horizonte, pero me mantenía alerta para bajarme en Colony y cambiar de tren.



Tren de Europa

Después de casi tres horas de viaje y cuando habíamos pasado ya algunas estaciones, los campos dejaron de ser planos, desaparecieron los cultivos en flor y entramos en un terreno ondulado, con colinas de lado y lado y casas de apariencia vieja y que mostraban evidente descuido. Noté la diferencia y empecé a pensar que se trataba de alguna región de Alemania que aun no había sido reconstruida después de la gran guerra que había pasado ya hace más de veinticinco años.
De repente se me acercó un oficial del tren a quien entendí que quería ver mi boleto y le mostré el que me había dado la chica de la boletería en Amsterdam. El hombre que vestía uniforme y la inconfundible gorra de ferroviario, me miró con cara de disgusto y me empezó a hablar en alemán. Mientras sus ojos me mostraban una actitud de pocos amigos. Le dije en ingles que yo no hablaba alemán y entonces le pregunté si él hablaba ingles; me indicó con su cabeza que no. Le pregunté si hablaba francés, español, italiano o portugués y a todo me hacia entender son su cabeza que NO!.




Un campo de lavanda en flor en el verano de Europa

Viendo que estaba en medio de una situación difícil, hablando en voz alta pregunté a los taciturnos pasajeros que iban en mi mismo vagón, si alguno hablaba ingles, pero todos sólo sacudían su cabeza en señal negativa, mientras tanto el hombre seguía a mi lado mirándome con ojos de disgusto. Empecé a pensar que algo andaba mal y que iba a necesitar ayuda. Finalmente llegamos a una estación en medio de pequeñas colinas en las cuales se podían ver, esparcidas en el horizonte, algunas casas de campo de evidente construcción antigua. El tren paró y el inquisidor alemán que no se había despegado de mi, tomo en sus manos mi maleta blanca y me hizo señas de me bajara del tren. Entregó mi maleta a un solitario hombre también uniformado con atuendo ferroviario y le dijo algunas cosas en su idioma mientras se subía nuevamente al tren en que habíamos viajado. El tren dio el pitazo de salida e inmediatamente partió raudo mientras yo me quedé sólo, en medio de nada, y acompañado de un hombre que tampoco me entendía. El buen hombre me condujo en el andén hasta donde había un mapa ferroviario y una banca, y quería hacerme entender, mostrándome el mapa, lo que estaba ocurriendo. Tampoco tuvo éxito.



Foto de la hermosa ciudad de Heidelberg, en Alemania

Confundido y preocupado, me senté en la banca del andén de la solitaria estación a esperar, sin saber qué hacer, y cuando había pasado alrededor de media hora, escuché el inconfundible pito de un tren que venía de la otra dirección. En menos de un minuto paró el tren y de él se bajó una sola persona, era un joven de entre veintidós y veinticinco años, blanco, rubio y vestido con apariencia americana. Me acerqué a él y le hablé en ingles, y oh sorpresa, me respondió en perfecto inglés con acento americano!

“ De dónde vienes?”, me preguntó y le contesté que de Guayaquil, Ecuador. El joven me miró con cara de incrédulo y me dijo; “no, no puede ser, me debes estar bromeando, no te creo que vengas del Ecuador!”. Me sorprendió mucho la actitud del joven y le dije que yo no le estaba bromeando, y le pregunté que porqué no me creía que yo viniera del Ecuador. Su respuesta me dejó perplejo; “porque yo nací en Ecuador”, me dijo y agregó; naci en Quito, en el Hospital Vozandes de propiedad de la Misión Evangélica de la cual mi padre era el Jefe en el año 1950”, para luego agregar; “mi padre dirigía la radio más potente del Ecuador y una de las más potentes del mundo, La Voz de los Andes, una radio que hasta hoy se escucha en todo el mundo”. Terminó por convencerme.

Reímos a gusto después de esta breve y curiosa introducción y los dos ponderamos lo pequeño que es este mundo. Inmediatamente después, mi nuevo amigo y “paisano” habló en alemán con el jefe de la estación del ferrocarril donde me dejaron botado del tren en que había venido y me explicó lo que me había pasado. Mi ruta desde Amterdam a Stuttgart requería que yo cambie de tren en Colonia, para seguir rumbo al sur para llegar a mi destino, pero, ignorante del idioma alemán, no me di cuenta que Colonia, en alemán se escribe Koln, y seguí en mi primer tren, en dirección hacia el Este. Había ya pasado la línea divisoria entre Alemania Occidental y Alemania del Este y ya había llegado casi a la ciudad de Leipzig, bien adentro en territorio de la Alemania Comunista. Cómo logré pasar los controles de la Alemania Oriental para entrar en su territorio?, no lo sé, ni lo podré averiguar nunca, lo cierto es que tanto las personas como los paisajes que vi en esa ruta eran extrañamente diferentes, envejecidos y hostiles, en un contraste enorme con la vibrante Alemania occidental que vi entonces y que he visto varias veces despues. . La fragilidad del sistema comunista que regía entonces en la Alemania del este quedo evidenciada solo unos anios después, cuando su régimen colapso como un castillo de naipes en 1989. Después de esto, Alemania volvió a ser el eje de Europa, una sola, floreciente, poderosa, vibrante y rica, y la Alemania comunista es hoy solo un capitulo triste en la Historia del gran pueblo alemán.



Foto del puente sobre el rio Neckar, en Stuttgart, Alemania

Pocos minutos después, al escuchar el pito de un tren que venía de Este a Oeste, el jefe de la estación le dijo a mi amigo que yo debía tomarlo y regresar hasta Koln, para de allí tomar el tren hacia el sur, en dirección a Stuttgart, mi destino original. Un abrazo, un apretón de manos mi agradecimiento a este joven que fué mi Angel de la Guarda y en pocos minutos estaba viajando en la direccion correcta. Llegué a Stuttgart, visité a los suegros de Jerry Windham, mi jefe directo en Ecuador, y 24 horas después retomé mi ruta originalmente planeada que tenía a Paris como mi próxima parada.

En mi próximo capítulo; PARIS, LA BELLA