Tuesday, August 10, 2010

EL AMOR LO VENCE TODO



PALLATANGA-AL FONDO, LA HACIENDA SANTANA DONDE MI MADRE CONOCIO A MI PADRE


A la una y media de la tarde, Timo está parado junto a la entrada principal de la hacienda Santana, ansiosamente esperando el regreso de su patrona Luquita. Han pasado sólo cinco horas que para él parecen un siglo. Ella estará pronto de regreso y él va a prestarse voluntario a ayudar a bajar de su caballo a la patronita. Este es el momento más importante del día para Timo, este es el momento en que su corazón comenzará a galopar fuera de control. “No puedo hacer otra cosa que soñar”, piensa Timo. “Sólo tocar sus manos hace temblar todo mi cuerpo y mis piernas se debilitan y se doblan“, y sigue pensando “sé que esto sólo es un sueño pero no puedo evitar seguir soñando, es un sueño sin ninguna posibilidad de hacerse realidad, pero, oh Dios, cómo adoro este sueño”.
Pasan unos minutos, Timo vuelve a la realidad de su trabajo, hay que controlar las bocatomas de agua, unos peones están regando los cañaverales, otros están deshierbando la caña, más allá está la yuca en estado de cosecha (arranque), los peones en el trapiche están moliendo caña, en fin, el tiempo pasa volando, él está muy ocupado, son muchas sus responsabilidades, pero él está pendiente, el sol ha pasado ya del mediodía, la hora en que su cuerpo no tiene sombra, ese es su reloj, eso significa que la “señorita” estará llegando pronto de regreso de la escuela y él debe estar allí, en el portón, para no desperdiciar la oportunidad de ayudar a su patronita a bajarse del caballo, para tomar su mano con guante blanco. De repente, y tal como él lo esperaba, se oye el galope del caballo, la señorita está llegando.
“Hola Timo” dice Luquita, “que gusto volverte a ver” “hoy ha sido un día muy importante”, “hoy hemos celebrado cien años de La Batalla del Pichincha”, “ah” dice Timo, “que bien, entonces hablaron de Antonio José de Sucre, de Abdón Calderón y del ejército patriota que derrotó a los españoles, sellando la libertad del Ecuador, nos es así? Dice Timo, “así es”, dice Luquita, un tanto sorprendida por los comentarios de Timo, quien aparentemente sabe más de lo que ella imaginaba. Claro, él había terminado su primaria hace más de cinco años y había sido un estudiante aprovechado de don Federico Cepeda, el mismo maestro que ahora dirigía los estudios de ella.
“Hola patronita”, “a mi también me da mucho gusto el volverla a ver”, y agrega “me permite ayudarle a bajarse del caballo? “Claro que si Timo,” contesta ella extendiéndole su mano cubierta por un guante blanco ligeramente marcado por el polvo del camino y de la rienda del caballo. Timo toma la mano de su “patronita”, quien ha apretado la suya un poco más que de costumbre. Timo se siente mareado, de pronto siente que su corazón galopa sin freno, no lo puede creer, es ella apretando su mano, y piensa, “cómo quisiera que ella supiera lo importante que es este momento para mí”. El ligero pero inconfundible aroma del perfume que lleva su patrona y que desde hace tiempo a Timo lo transporta al cielo, le provoca más mareo, su cerebro no puede procesar toda la información que está recibiendo, no puede pensar en nada coherente, está en las nubes. Al bajarse del caballo ella agrega, en voz casi inaudible, “Timo, me gusta que me ayudes a bajar de mi caballo”. “Me encanta hacerlo señorita”, dice él, mientras busca la mejor combinación de palabras para seguir el diálogo, mientras, la mano de Luquita está aún sosteniendo la de él, y él, casi como en el aire sólo atina a tomarla con su otra mano, y ahora, apretando las dos manos en una forma que lo llena de temor y de vergüenza, y respondiendo a su instinto besa la mano de su patrona mientras en palabras que casi sólo él escucha le dice “estoy locamente enamorado de usted señorita, perdóneme pero la amo desde el primer día que la vi”. Ella cierra por un instante sus ojos, suspira profundamente y contesta “gracias Timo”, sosteniendo aún las dos manos de Timo y suavemente apretándolas.


COMO SU ABUELA LUQUITA, MI HIJA MARIUXI ES UNA GRAN JINETE


Por unos instantes hay silencio, ninguno de los dos sabe que más decir, luego ella suavemente retira su mano de las de Timo y se va, caminando lentamente, mirando de tiempo en tiempo hacia atrás y sonriendo, hasta perderse de vista en el largo camino lleno de frondosos árboles de lado y lado, frente a la casa de sus abuelos.
Timo despierta lentamente de su estado de catarsis y empieza a tratar de coordinar ideas. “Todo esto debe ser sólo un sueño, un sueño mucho más allá de lo que yo pudiera haber soñado en el más loco de mis sueños”
Poco tiempo después, mientras Luquita terminaba su año escolar, que también significaba el fin de sus estudios, Timo y Luquita siguieron viéndose furtivamente, siempre tratando de evitar los ojos curiosos de la gente de la hacienda y más aún la vigilancia de sus abuelos.
Simpático, de carácter jovial y dicharachero, Timo se ganó la confianza primero, luego el afecto, y finalmente el amor de Luquita, y a los pocos meses decidieron que querían unir sus vidas. Ella de dieciséis, casi una niña, y el de veintidós, apenas un joven saliendo del cascarón. Ante la certeza de que su unión matrimonial no sería aceptada por los abuelos de mi madre, deciden hacer lo que les pareció más riesgoso pero menos complicado, decidieron escaparse juntos y enfrentar las consecuencias. A los pocos días se casaron ante el altar de la iglesia y su matrimonio fue celebrado por el padre Arrieta, el mentor espiritual de mi madre. Lo orgullosos abuelos, ofendidos, terminalmente ofendidos, nunca aceptaron la decisión de su nieta, la desheredaron y nunca más la recibieron en su casa. Enfrentados a las dificultades que la pobreza imponía sobre sus vidas, Timo, y Luquita vivieron del minúsculo salario que él podía ganar como peón, como ayudante de arrieros, o simplemente como agricultor de pequeñas parcelas donde lo aceptaban como “partidario”, una forma de precarismo agrícola que aún subsiste en el Ecuador y que consiste en que una persona hace todo el trabajo de cultivo y cuidado de la siembra y otra (el dueño de la tierra), pone la tierra y la semilla, y al final se reparten las cosechas en partes iguales.
De los ancestros de mi padre sólo sé que como la mayoría de los pallatangueños, vinieron de Penipe, un pueblo asentado al pié del Tungurahua sujeto a las veleidades del volcán y, por lo tanto a emigraciones periódicas. La abuela, Elisa Zabala de Romero, casada con un hombre originario de Piñas en la provincia de El Oro, y de quien no he podido encontrar más información, tuvo tres hijos, Juan Celio, Elisa, y Amable, la madre de mi padre.
Juan Celio tuvo muchos hijos que se esparcieron en el Ecuador, uno de ellos, Porfirio, llegó a ser un alto oficial de la Fuerza Aérea; Eduardo, se hizo telegrafista, una profesión muy apreciada en su época; Zenaida, que se casó con Miguel Acurio y tuvo muchos hijos, buena parte de los cuales viven en Santo Domingo de los Tzachilas; Iraida, que se casó con un pallatangueño de apellido Bahamonde; Zoila, que se casó con su primo hermano, mi tío Antonio (hermano de mi padre), y finalmente Armenia, la mas joven que se casó con un señor de apellido Carrazco y vive aún, a una avanzada edad, en Guayaquil.

En mi próxima entrega: UN SECRETO BIEN GUARDADO

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