Monday, August 18, 2014


HISTORIA DE UNA VISITA IMPORTANTE
“Esto es lo mejor que me ha pasado en mi vida”
“This is the best thing that has ever happened in my life”
Matteo Tachdjian (4), Guayaquil, Junio 26, 2014
PROLOGO
Esas palabras, dichas en voz alta y con su contagiosa y pícara sonrisa por mi nieto Matteo, de cuatro años de edad, el día que por primera vez se metió con su hermano Carlito en el Jacuzzi de nuestro dormitorio, resumen a perfección la experiencia que acabo de pasar, teniendo a nuestros nietos de visita en Guayaquil.
Mil Gracias a Carl y Mariuxi, los padres de mis nietos, por las maravillosas semanas que hemos pasado junto a Carlito y Matteo, disfrutando de sus alegrías, de sus sonrisas, de sus juegos, de su compañía y aprendiendo tanto de ellos, de su innata sabiduría e inteligencia, a la par que haciéndoles conocer nuestro país, nuestra ciudad, nuestro idioma y nuestras costumbres.
Se fueron con su “aleuita” Fanny de regreso a Paris, pero me han dejado su recuerdo, y en él me regocijo y vuelvo mentalmente a vivir su presencia, y por eso escribo estas líneas, para contar a mi familia y a mis amigos lo muy felices que hemos sido con ellos, porque, parafraseando a mi nieto Matteo, “esto es lo mejor que me ha pasado en mi vida”.
Al despedirme de mis nietos en el aeropuerto, sentí un enorme nudo en mi garganta, sobre todo cuando primero Carlito y luego los dos me abrazaban tiernamente sabiendo que se iban y que yo me quedaba. A Carlito le dije en el oído que recuerde que yo soy “su mejor amigo del mundo”, el título honorífico más importante que he recibido en mi vida, y que él mismo me lo dio una noche mientras me abrazaba tiernamente antes de acostarse
Me temía que mi casa vacía y silenciosa iba a hacerme llorar por la ausencia de mis nietos, en realidad no ha tenido ese efecto, por lo menos no hasta ahora, porque pienso continuar disfrutando de los recuerdos de su visita, y por eso escribo estas líneas.

CAPITULO I
LA LLEGADA A GUAYAQUIL
Junio 12 2014
Son las siete de la noche y vamos al Aeropuerto Internacional José Joaquín de Olmedo a recibir a Mariuxi y sus hijitos, nuestros nietos que llegan en el vuelo 927 de American Airlines desde Paris, vía Miami, en un largo viaje de 18 horas. Ellos vienen desde Riad, la capital de Arabia Saudita donde viven con sus padres, que son ejecutivos de empresas multinacionales desde septiembre del 2013. Los niños han estado viajando por tres días consecutivos, haciendo escalas en Beirut, Líbano, Paris, Francia y Miami, antes de tocar tierra en Ecuador.
Carl, el padre de los niños es un brillante y joven profesional libanés de ascendencia armenia a quien mi hija Mariuxi, ecuatoriana por nacimiento, conoció en la Universidad, cuando ambos hacían sus estudios de pos grado en la Thunderbird School of Global Management, en Phoenix, Arizona, donde se graduaron en el año 2002. Sus hijos, nuestros nietos, por tanto, desde muy pequeños están destinados a asimilar, través de sus padres, y de nosotros, sus abuelos paternos y maternos, las culturas ancestrales de la sangre que corre por sus venas. He allí la importancia que para nosotros, tanto como para sus padres, tiene la visita de nuestros nietos a Ecuador. Esta es la oportunidad que tenemos sus abuelos maternos, para transmitir a estos niños que vienen de un mundo tan diferente, nuestra cultura, nuestra música, nuestros orígenes, nuestros valles, nuestras montañas, nuestros ríos, y, por supuesto, nuestro idioma. Fanny y yo estamos plenamente conscientes de la importancia que para los niños, para sus padres y para nosotros tiene la llegada de nuestros nietos a nuestra patria y a nuestro hogar.
La espera parece interminable, el avión había llegado a la terminal aérea de Guayaquil a las siete y media de la noche, pero ya eran casi las nueve y ellos no salían al área de pasajeros especiales en que los estábamos esperando.
Sentía una mezcla de angustia por la demora y felicidad porque ya estaban muy cerca y podría abrazarles, besarles y sentirles junto a mí. Caminaba de un lado al otro dentro de la sala de espera, inquieto me paseaba mirando hacia la puerta de acceso de los pasajeros, esperando que se abriera para dejar pasar a nuestra hija y a nuestros nietos. Soy un abuelo chocho, sin la menor duda, y no tengo ningún problema en confesarlo, es más, me siento orgulloso y feliz por serlo y por admitirlo. Podría decirlo a voz en cuello para que lo sepa todo el mundo.

COMIENZA LA FIESTA

Doce meses han pasado desde la última vez que los vi partir con su abuela rumbo a Dubai, y eso es un tiempo muy largo para mí (y para ellos una buena parte de sus vidas), y mi temor era que al llegar no me reconocieran, especialmente Matteo el más pequeño de los dos. Mi ansiedad y mis temores se acabaron súbitamente pocos minutos después, para transformarse en una explosión de felicidad, cuando Mariuxi, con su barriguita ya mostrando que espera a su tercer bebé (una niña que se llamará Luna María), con sus dos hijitos agarrados de su mano, aparecieron en la puerta de acceso al área donde los esperábamos y los tres al unísono mostraron sus amplias sonrisas de felicidad y me abrazaron y abrazaron a su “aleuita” Fanny.
Los tres viajeros estaban muy cansados por el largo viaje, pero vibraban de emoción por haber llegado y esa emoción la trasladaban a sus sonrientes rostros y a sus inquietos brazos y, por supuesto a nosotros, sus abuelos que los esperábamos con ansiedad. Alehuiiiiito!, gritaron casi al unísono Carlito y Matteo cuando me vieron parado junto a la puerta de acceso con mis brazos tan abiertos como era posible para abrazar a los tres viajeros al mismo tiempo. A partir de ese momento empecé a vivir mi propia versión de lo que Matteo, con su innata y chispeante inteligencia llamó después “lo mejor que me ha pasado en mi vida”.
Así comenzó lo que yo tanto había estado esperado, la “fiesta ecuatoriana” para mis nietos. Esas vacaciones que son casi el único espacio de tiempo y de contacto entre abuelos viviendo en Ecuador y nuestro nietos, viviendo con sus padres muy lejos de nosotros, tan lejos que físicamente sólo los podemos ver una vez por año, cuando ellos están de vacaciones. Es el espacio de tiempo que tanto esperamos los abuelos, para fortalecer el poderoso vínculo de la sangre y de los genes que nos unen y permitirles encontrar y disfrutar de lo mejor de sus raices maternas. Es el espacio de tiempo que necesitamos para establecer los vínculos que nos permitirán vivir nuestras vidas, separados por la distancia pero unidos por nuestro profundo e indisoluble amor de abuelos a nietos y de nietos a abuelos.
Contrario a mis temores por el tiempo transcurrido desde la última vez que nos vimos, tanto Matteo como, con mayor razón, Carlito, entraron a la “fiesta” de sus vacaciones con la misma emoción que yo. Reconocieron nuestra casa como si fuese ayer cuando se fueron. Se sintieron como “patitos en el agua“ y yo, como niño con juguete nuevo, dispuesto a darles todo el tiempo que necesiten para que sus vacaciones ecuatorianas sean tan llenas de emoción y las recuerden tanto, que en los próximos años puedan pedir a sus padres volver siempre al Ecuador a visitar a sus abuelitos y pasar sus vacaciones.
Muy temprano al día siguiente de su llegada hicieron un “reconocimiento del terreno”. Volvieron a ver y les encantó nuestro patio trasero, lleno de flores, que como esperándolos, aparecían por todas partes, caminaron en el verde y mullido césped donde el año pasado tuvimos repetidos y emocionantes partidos de futbol, reconocieron la pelotita de futbol ya medio desinflada con la que jugamos nuestros “clásicos” en el 2013, encontraron también la nueva pelota de futbol que su tío Rafael les había comprado, con el diseño de las pelotas con que se jugaría el campeonato mundial en Brasil, y se emocionaron aún más (adoran el futbol); miraron la piscina en forma de riñón con su contorno de rocas y rodeada de maceteros con flores de múltiples colores, y recordaron que allí también tuvieron momentos muy gratos el año anterior; salieron al frente de la casa y encontraron el aro de basquetbol que usamos el año pasado para nuestros grandes partidos.
Reconocieron y saludaron a Simona, Mónica y Alfonsito, nuestros empleados cómplices y encubridores de sus travesuras. Estaban ya listos para comenzar sus “vacaciones ecuatorianas”. Lo primero que hicimos esa mañana después del desayuno fue jugar un partido de basquetbol. Carlito es un especial encestador, y por tanto, me ganó el partido que habíamos pactado a veinte puntos. Matteo hacía de árbitro y su neutralidad se mantenía sólo hasta cuando Carlito reclamaba una falta (que a veces no existía) y que el “árbitro” sin dudar, se la concedía. A mí me amenazó un par de veces con una “yellow card” (tarjeta amarilla) for faltas que en su opinión yo había cometido.

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