Wednesday, July 14, 2010

LA TIERRA PROMETIDA



LA TIERRA PROMETIDA-RAFAEL MARIA SE QUEDO AQUI A TRABAJAR, A PRODUCIR, A VIVIR EN LIBERTAD

Rafael María se quedó allí, en ese valle donde en sus bosques abundan las orquídeas, las hortensias, las petunias, los floripondios, las begonias y donde las rosas, traídas de otros lares, crecen silvestres, con aromas dulces que dan placer al cuerpo y elevación al alma, flores que con sus matices y colores compiten con las mariposas por mostrar su belleza al sol. Rafael se quedó allí donde las orquestas de pájaros de múltiples colores, dan cada día en la mañana un concierto de bienvenida al día y le vuelven a cantar al anochecer, en despedida alegre, como pidiendo su pronto regreso. Tierra casi edénica, donde los pájaros con sus cantares y las mariposas que semejan un diminuto arco iris, reinan en el aire, dejando una estela de sonidos musicales y colores, de alegría, de amor, de esperanza, y de belleza, como verdadero himno a la creación.

Rafael María no se quedó allí por casualidad, él eligió esta tierra para vivir, para formar su familia, para trabajar, para prosperar, para crecer, ejerciendo su derecho natural a la vida, a la libertad, al trabajo fecundo y al bienestar derivado del esfuerzo personal, en esta tierra que el gran artista pudo haber elegido para pintar, para escribir, para amar, para cantar; que el poeta pudo haber escogido para escribir versos a la tierra, al campo, a los ríos, a la naturaleza , o que el músico pudo elegir para inspirarse y crear las más bellas partituras, himnos a la naturaleza, al Dios que la creó, o a la mujer que ama con todo su corazón. Esta tierra de montañas y de valles, donde el frío casi nunca llega y donde jamas nadie ha sentido calor. Rafael María amó esta tierra de maravilloso clima, tierra que invita al hombre a fecundarla con su esfuerzo, tierra llena de bosques con árboles robustos que generosamente brindaban su madera para construir sus casas; mientras no menos generosas, las grandes palmeras echaban al viento sus frondosas ramas ofreciéndose para cubrir sus techos
Estas tierras cautivaron a mi bisabuelo y este sucumbió a la tentación de quedarse.

Estas tierras generosamente fértiles sólo esperaban la presencia de hombres y mujeres dispuestos a trabajarlas con decisión, con amor, con pasión, para devolverles cosechas abundantes como premio al esfuerzo desplegado para fecundarlas.

Rafael María Izurieta era un hombre alto, de un metro noventa, delgado, blanco y pecoso, de ojos azules, pelo negro con mechones blancos, de barba negra que tempranamente se volvió gris, casi blanca: Igual que su padre el paisa, Rafael María tenía nariz y orejas muy grandes, ojos azules como el cielo, él era de ancestro y temperamento paisa, de la Antioquia colombiana, donde el trabajar en el campo siempre ha sido un oficio noble y respetado. Rafael tocaba la guitarra como un músico experto y cantaba como para romper corazones. El creía, igual que sus ancestros, que amar a Dios, disfrutar de la música, el amor, el aguardiente y el trabajo era la más noble, la más respetable, y digna forma de vivir.

LA TIERRA PROMETIDA, UN VALLE HERMOSO, VERDE POR EL CAMPO, BLANCO POR LAS NUBES, Y DORADO POR EL SOL

Rafael María, nació en Mocha, un pueblito serrano, muy cerca de Ambato, donde se cultivan, manzanas, peras, duraznos, lechuga, papas y muchas flores.

En busca de mis raíces, visité Mocha hace muy poco tiempo y, en efecto, allí aún quedan descendientes de mi tatarabuelo y parientes de mi bisabuelo, con el apellido y las características físicas de ellos, del padre de Rafael María, y del abuelo de mi madre. La característica más notable de los Izurieta de esta rama, dondequiera que ellos se encuentren, es su piel muy blanca y pecosa, su gran nariz aguileña, sus orejas grandes y sus ojos azules como el cielo despejado, o como el mar profundo en un día de intenso sol.

Un par de años después de su llegada, Rafael María conoció a Mercedes Victoria Núñez Arias, una joven y hermosa mujer, de tez blanca, pelo castaño oscuro y ojos cafés, nacida en Guamote, provincia del Chimborazo. Ella llegó a esta zona junto con sus padres por el año 1862, ellos también habían migrado a las semi cálidas y acogedoras tierras subtropicales para colonizarlas, para fecundarlas, para convertir su abnegado trabajo en frutos abundantes, los Núñez Arias llegaron con sus caballos, con sus mulas, con sus bueyes, con sus vacas y sus burros, abriendo caminos al andar, bajando desde las frías montañas andinas siguiendo el cauce de los ríos, desafiando a los barrancos, en busca de tierras fértiles y acogedoras y allí encontraron mucho más de lo que buscaban. Encontraron La Tierra Prometida

Mujer muy trabajadora, de carácter férreo, formada bajo los rigores de una familia con tradiciones, principios y procedimientos rectos, gente de ancestrales creencias católicas, vino de las alturas, a colonizar y trabajar las tierras bajas en las faldas de la cordillera occidental, llegó con sus padres en la primera ola de colonizadores de estas tierras y más que las tierras que buscaban, también encontró el amor. Aquí conoció a Rafael María, mi bisabuelo, el que sería su esposo y con quien formaría una familia muy grande.

Rafael María y Mercedes Victoria empezaron su vida común llenos de esperanza y de fe. En los terrenos llanos y más fértiles cultivaban caña y fabricaban panelas y aguardiente, en los terrenos más altos y en las suaves lomas cultivaban maíz, alverja, lenteja y frejoles. Mercedes fundó por el año 1875 la primera y única panadería del pueblo, y, con el fruto de su rudo y abnegado trabajo, adquirieron tierras hasta convertirse en grandes terratenientes. Su hacienda “Chasasal”, al juntarse con la “Santana” que adquirieron posteriormente, era tan grande que sus dueños nunca llegaron a conocer sus límites. Se sabe, sin embargo, que su extensión total era de más de dos mil hectáreas. Era todo el lado oriental de la montaña que va desde San Carlos hasta La Tigrera, con las correspondientes tierras bajas que llegan hasta la orilla occidental del rio Güichichi, que junto con el Coco, el Chayahuan y el Citado, son importantes afluentes del Rio Chimbo.

Rafael María y Mercedes se convirtieron en los fundadores del nuevo pueblo cuando tomando terrenos de su hacienda Santana, hicieron una donación de alrededor de doscientas hectáreas para que allí se fundara el pueblo que hoy es Pallatanga, un pueblo que, cuando yo nací, en 1942, sólo tenía alrededor de setenta casas y no más de trescientos habitantes y que agregando la población de las haciendas vecinas que pertenecían a familias de la misma ola de inmigrantes, su población total no llegaba a quinientos habitantes.

El éxito de la primera ola de inmigración a esta tierra escogida en primera instancia por mis bisabuelos, trajo más gente de la sierra a Pallatanga, en el sitio que Rafael María y Mercedes escogieron y donaron, el pueblo comenzó a crecer, se delineó una plaza con la idea de que más tarde se podría hacer un parque (idea que la materializó, muchos años después mi hermano Pancho, como primer alcalde de Pallatanga), y alrededor de esta plaza de construyeron las primeras casas. Vinieron de la sierra los Borja, los Torres, los Cardoso, los Saltos, los Granizo, los Rivera, los Robalino, los Espín, los Cevallos, los Romero, los Muñoz, los Cadena, los Chávez, los Zavala, los Mejía, los Morán, los Paredes y otros.

Casi todas las casas del pueblo tenían el mismo diseño, construidas por “el zambo” Paredes, totalmente de madera bajo el modelo clásico de vivienda costeña, con el piso de tabla sobre un espacio vacío de alrededor de 60 centímetros sobre el suelo, sobre bases de piedras traídas desde el cercano Río Güichichi, y casi todas tenían dos pisos. El espacio debajo del piso servía generalmente para guardar madera que se dejaba allí para secar y luego ser utilizada para futuras construcciones.

El piso bajo siempre tenía un portal cubierto, como en la costa, que era una especie de antesala de la casa, allí se colocaba una banca de madera, y allí se recibían las visitas de la gente que pasaba, especialmente los domingos, cuando los campesinos venían al pueblo a hacer sus compras para la semana y a oír la “Santa Misa”.

Por el año 1912 llega el primer sacerdote quien se hace cargo de los asuntos eclesiásticos de la parroquia como el registro de nacimientos, defunciones y matrimonios y encuentra un apoblacion ansiosa de acercarse a Dios.

Casi todas las casas eran iguales, en el primer piso había un par de habitaciones pequeñas, como de tres por tres metros que se usaban como dormitorios o como bodegas, especialmente de mazorcas de maíz o de sacos con cereales, en una especie de granero dentro de la casa. Allí se guardaban las semillas que se usarían en la siembra al comenzar el invierno el año siguiente.

En mi próxima entrega: EL PALLATANGA QUE RECUERDO

2 comments:

  1. Guauuuuuuu.....................me haz hecho llorar a moco tendido por màs de 40minutos revisando tu ultima del gran secreto....mmmm sì que hay que rezar tanto y tanto por la sanaciòn intergeneracional, y por saber conocer y aprovechar el legado genetico que nos dejan los antepasados. Mmmm sòlo puedo decir gracias a Dios por darme el tiempo de leer estos escritos tuyos Compa Rafa Romero

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  2. Querida Titi:
    Nuestra vida es el resultado de muchas cosas, entre ellas; los genes de nuestros antepasados, genes buenos y genes malos, pero, además, por la influencia de nuestro entorno, por la educación que hemos recibido, por los principios fundamentales de etica que hayamos recibido de nuestros padres, y, por supuesto, por la sociedad en que vivimos, por nuestros amigos, por nuestros hermanos, por nuestras autoridades que nos pueden enseñar respeto o irrespeto a los derechos de los demás, por nuestros jueces, que pueden enseñarnos que debe prevalecer el derecho o "el izquierdo", en fin, somos una "fanesca" que bien preparada puede ser muy rica.
    Gracias por darte tiempito para leerme.

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