Saturday, April 13, 2013

PARIS, LA BELLA




Con más de dos mil doscientos anios pasados desde su fundación, Paris es una de las ciudades más Viejas de Europa. Los galos, tribus de origen nórdico se asentaron en el territorio en que hoy está Paris entre los anios 200 y 250 AC y establecieron allí sus comunidades de pescadores a las orillas del rio Sena. Eran indomables guerreros que bajo el mando de su legendario héroe Asterisco, resistieron por muchos años la invasión romana. Su asentamiento más importante, ubicado en el sitio donde hoy está Paris tenía el nombre de Lutecia, ciudad que después de largos años de resistencia, llenos de batallas heroicas, fue finalmente tomada por Julio Cesar, el más famoso de los conquistadores romanos en el año 52 AC.



Paris a la que conocemos como la ciudad Luz, es una ciudad de mucha historia, de mucha cultura, es la ciudad de Víctor Hugo y de sus Miserables, de Napoleón y su grandeza militar, de Robespierre y su guillotina, de Luis XIV y su absolutismo, la ciudad de La Bastilla, de la Torre Eiffel, del museo de Louvre, de Los Campos Elíseos, el Palacio de Versalles, del Arco del Triunfo, de la Catedral de Notre Dame, pero también es la ciudad de la mejor gastronomía y de los mejores espectáculos del mundo.


Llegué a Paris en junio de 1972, con una maleta muy ligera, pero con mi corazón lleno de esperanzas por concretar lo que para mi había sido hasta entonces una de mis mas grandes ilusiones, llegué en un tren desde el sur de Alemania, viaje durante el cual mi espíritu campesino continuó deleitándose con la vista de los extensos campos llenos de cultivos casi listos para la cosecha al final de la primavera y comienzo del verano. Siguiendo las direcciones de mi libro “Europa por 20 Dólares Diarios”, me alojé en un pequeño pero inmejorablemente ubicado hotelito, impecablemente limpio, en una habitación de no más de 3 x 4 metros, con solo una pequeña cama de una plaza, un velador y un lavabo pero sin servicio higiénico ni ducha, al más clásico estilo de los viejos y pequeños hoteles europeos de la época y que hasta hoy sobreviven. La habitación solo me servía para dormir, porque decidí que a Paris había que conocerla recorriéndola de norte a sur y de este a oeste, una veces a pie y otras en el metro, ese viejo pero muy eficiente sistema de trenes subterráneos que los franceses han venido usando por cerca de ciento cincuenta años.



Recorrí las calles de Paris dia y noche, visité el Museo de Louvre, el más grande y más famoso del mundo por dos días consecutivos, me deleité mirando las más grandes obras de arte de la humanidad (incluyendo a la Mona Liza, a la que me quedé mirándola por cerca de quince minutos) y, en la noche, con los pies y hasta la espalda adoloridos llegaba al hotel sólo a descansar, para poder emprender un nuevo dia con mas bríos. Caminé por los Campos Elíseos desde Louvre hasta el Arco del Triunfo y de allí a la Torre Eiffel, para volver por la orilla del Sena hasta la Catedral de Nuestra Señora de Paris, y como si esto fuera poco, también asistí al show del más famoso cabaret del mundo, El Lido, un asombrosos show de arte, magia y belleza femenina, combinados para deleitar a turistas de todo el mundo.



Mi asiento en este show estaba a menos de tres metros del escenario principal, vi las mujeres más bellas del mundo, como si estuviera viendo un show en tercera dimensión, tan cerca que casi podía tocarlas, treinta mujeres entre las más bellas talentosas y coquetas, bailando acompasadamente al son de la música tocada por una orquesta de maestros de la música moderna. Llegué a peñizcarme suavemente para asegurarme de que lo que veía era cierto, que no era un sueño y si lo era, prefería no despertar. Paris, Paris, la más bella ciudad del mundo, me enamoré de ella con un amor que no solo ha perdurado en el tiempo, sino que se agranda cada vez que digo su nombre y me acuerdo de ella. La he visitado al menos cinco veces desde entonces, y mi admiración y mi amor por ella se hace cada vez más grande y más firme. Siempre quiero volver a verla y a sentirla…



Tuve tiempo para visitar la tumba de Napoleón, ese controvertido y heroico hombre, el más grande y famoso soldado de Francia que le dio a su país sus más grandes glorias bélicas, pero que también fue el promotor de los modernos códigos civiles del hemisferio occidental. Napoleón, tuvo su más grande gloria militar en Austerlitz donde derrotó a las fuerzas del imperio Austro Húngaro, lo que le dio el control casi total de Europa, pero fue finalmente derrotado por los ingleses en Waterloo, donde fue apresado y luego exiliado a la Isla de Santa Elena, donde murió pobre y abandonado. Los franceses sin embargo lo recuerdan y lo respetan como el más glorioso representante del orgullo galo.



Durante mi visita a Paris, me sorprendí de lo bien que pude comunicarme con los Franceses en su idioma. Yo tomé clases de Francés en los dos primeros años de mi secundaria, en el Seminario Menor La Dolorosa en Riobamba, allá por los anios 50, pero reforcé mis conocimientos de ese idioma en La Alianza Francesa en Guayaquil, donde uno de mis compañeros mas aprovechados era mi gran amigo y colega golfista Pepe Salame con quien siempre nos saludamos en francés y nos reímos de lo poco que nos queda de ese bello idioma. No estar en capacidad de recordar suficientemente mi viejo francés para sostener una conversación es ahora una de mis frustraciones, pero nunca abandonaré mi plan de estudiarlo de nuevo hasta poder volver a hacerlo

Cada vez que regreso a Paris, tengo la inexplicable sensación de estar en un lugar en que he vivido mucho tiempo atrás. Algunas de sus estrechas calles empedradas me recuerdan los callejones por los que Jean Valjean era perseguido por el incansable e imperturbable inspector Javert, y por los que Mario, el joven rebelde enamorado de la bella Cosette y sus heroicos amigos construían las barricadas desde donde peleaban por sus ideales. Paris, Paris La Bella… siempre estarás en mi retina y en mi pensamiento.

En mi próximo capítulo: ITALIA, HISTORIA Y ARTE

Monday, March 25, 2013

EUROPA POR VEINTE DOLARES DIARIOS




Tulipanes en flor en el verano de Holanda

Al terminar mi cuarto dia en Holanda, decidí tomar el tren hacia Stuttgart, en Alemania, donde debía visitar a los suegros de mi amigo y supervisor Jerry Windham, cuya linda esposa alemana, Helga, me había entregado una carta para ellos. Fui a la estación del tren y pedí un boleto para la ciudad de mi destino y la chica que atendía la boletería me lo entregó advirtiéndome en perfecto ingles que debía hacer un cambio de tren en Colony, bien adentro de Alemania. Abordé el tren que salió con puntualidad suiza y empecé a leer un libro mientras el tren se desplazaba raudo por los planísimos territorios que nos conducían a Alemania. Paré de leer mi libro para disfrutar de la belleza de los campos europeos que a ambos lados del tren mostraban sus inmensos cultivos de tulipanes, violetas, girasoles, jazmines, lavanda y mostaza, todos en flor que parecían perderse en el horizonte, pero me mantenía alerta para bajarme en Colony y cambiar de tren.



Tren de Europa

Después de casi tres horas de viaje y cuando habíamos pasado ya algunas estaciones, los campos dejaron de ser planos, desaparecieron los cultivos en flor y entramos en un terreno ondulado, con colinas de lado y lado y casas de apariencia vieja y que mostraban evidente descuido. Noté la diferencia y empecé a pensar que se trataba de alguna región de Alemania que aun no había sido reconstruida después de la gran guerra que había pasado ya hace más de veinticinco años.
De repente se me acercó un oficial del tren a quien entendí que quería ver mi boleto y le mostré el que me había dado la chica de la boletería en Amsterdam. El hombre que vestía uniforme y la inconfundible gorra de ferroviario, me miró con cara de disgusto y me empezó a hablar en alemán. Mientras sus ojos me mostraban una actitud de pocos amigos. Le dije en ingles que yo no hablaba alemán y entonces le pregunté si él hablaba ingles; me indicó con su cabeza que no. Le pregunté si hablaba francés, español, italiano o portugués y a todo me hacia entender son su cabeza que NO!.




Un campo de lavanda en flor en el verano de Europa

Viendo que estaba en medio de una situación difícil, hablando en voz alta pregunté a los taciturnos pasajeros que iban en mi mismo vagón, si alguno hablaba ingles, pero todos sólo sacudían su cabeza en señal negativa, mientras tanto el hombre seguía a mi lado mirándome con ojos de disgusto. Empecé a pensar que algo andaba mal y que iba a necesitar ayuda. Finalmente llegamos a una estación en medio de pequeñas colinas en las cuales se podían ver, esparcidas en el horizonte, algunas casas de campo de evidente construcción antigua. El tren paró y el inquisidor alemán que no se había despegado de mi, tomo en sus manos mi maleta blanca y me hizo señas de me bajara del tren. Entregó mi maleta a un solitario hombre también uniformado con atuendo ferroviario y le dijo algunas cosas en su idioma mientras se subía nuevamente al tren en que habíamos viajado. El tren dio el pitazo de salida e inmediatamente partió raudo mientras yo me quedé sólo, en medio de nada, y acompañado de un hombre que tampoco me entendía. El buen hombre me condujo en el andén hasta donde había un mapa ferroviario y una banca, y quería hacerme entender, mostrándome el mapa, lo que estaba ocurriendo. Tampoco tuvo éxito.



Foto de la hermosa ciudad de Heidelberg, en Alemania

Confundido y preocupado, me senté en la banca del andén de la solitaria estación a esperar, sin saber qué hacer, y cuando había pasado alrededor de media hora, escuché el inconfundible pito de un tren que venía de la otra dirección. En menos de un minuto paró el tren y de él se bajó una sola persona, era un joven de entre veintidós y veinticinco años, blanco, rubio y vestido con apariencia americana. Me acerqué a él y le hablé en ingles, y oh sorpresa, me respondió en perfecto inglés con acento americano!

“ De dónde vienes?”, me preguntó y le contesté que de Guayaquil, Ecuador. El joven me miró con cara de incrédulo y me dijo; “no, no puede ser, me debes estar bromeando, no te creo que vengas del Ecuador!”. Me sorprendió mucho la actitud del joven y le dije que yo no le estaba bromeando, y le pregunté que porqué no me creía que yo viniera del Ecuador. Su respuesta me dejó perplejo; “porque yo nací en Ecuador”, me dijo y agregó; naci en Quito, en el Hospital Vozandes de propiedad de la Misión Evangélica de la cual mi padre era el Jefe en el año 1950”, para luego agregar; “mi padre dirigía la radio más potente del Ecuador y una de las más potentes del mundo, La Voz de los Andes, una radio que hasta hoy se escucha en todo el mundo”. Terminó por convencerme.

Reímos a gusto después de esta breve y curiosa introducción y los dos ponderamos lo pequeño que es este mundo. Inmediatamente después, mi nuevo amigo y “paisano” habló en alemán con el jefe de la estación del ferrocarril donde me dejaron botado del tren en que había venido y me explicó lo que me había pasado. Mi ruta desde Amterdam a Stuttgart requería que yo cambie de tren en Colonia, para seguir rumbo al sur para llegar a mi destino, pero, ignorante del idioma alemán, no me di cuenta que Colonia, en alemán se escribe Koln, y seguí en mi primer tren, en dirección hacia el Este. Había ya pasado la línea divisoria entre Alemania Occidental y Alemania del Este y ya había llegado casi a la ciudad de Leipzig, bien adentro en territorio de la Alemania Comunista. Cómo logré pasar los controles de la Alemania Oriental para entrar en su territorio?, no lo sé, ni lo podré averiguar nunca, lo cierto es que tanto las personas como los paisajes que vi en esa ruta eran extrañamente diferentes, envejecidos y hostiles, en un contraste enorme con la vibrante Alemania occidental que vi entonces y que he visto varias veces despues. . La fragilidad del sistema comunista que regía entonces en la Alemania del este quedo evidenciada solo unos anios después, cuando su régimen colapso como un castillo de naipes en 1989. Después de esto, Alemania volvió a ser el eje de Europa, una sola, floreciente, poderosa, vibrante y rica, y la Alemania comunista es hoy solo un capitulo triste en la Historia del gran pueblo alemán.



Foto del puente sobre el rio Neckar, en Stuttgart, Alemania

Pocos minutos después, al escuchar el pito de un tren que venía de Este a Oeste, el jefe de la estación le dijo a mi amigo que yo debía tomarlo y regresar hasta Koln, para de allí tomar el tren hacia el sur, en dirección a Stuttgart, mi destino original. Un abrazo, un apretón de manos mi agradecimiento a este joven que fué mi Angel de la Guarda y en pocos minutos estaba viajando en la direccion correcta. Llegué a Stuttgart, visité a los suegros de Jerry Windham, mi jefe directo en Ecuador, y 24 horas después retomé mi ruta originalmente planeada que tenía a Paris como mi próxima parada.

En mi próximo capítulo; PARIS, LA BELLA

Monday, March 18, 2013

QUIERO QUE ME DEVUELVAN MI DIENTE…




Lunes 4 de febrero de 2013

Son las seis de la mañana. Hay que despertar a los niños para que se preparen para ir a la escuela, voy a verlos en su dormitorio y Matteo ya está despierto. Se levanta al verme y me arrodillo para abrazarle, me abraza fuerte, pegando su carita a la mía, con esa bella ternura que sólo los niños pueden dar sin pedir nada a cambio. Le levanto en mis brazos mientras le beso y me dice que quiere ir al baño, le aviso a su abuelita Fanny y ella se encarga del tema, ya que el niño esta aun pasando por la etapa de entrenamiento en el WC.
Entretanto, Carlito ha despertado también y se levanta y medio dormido se dirige a la sala, enciende la TV y empieza a navegar con el control remoto hasta que encuentra el programa que le interesa, es el que contiene noticias del futbol europeo y hay muchas noticias de ese tipo. Sabe que dentro de ocho días su equipo, el Manchester United se enfrentara en Madrid al Real Madrid y mira y escucha la noticia con la mayor atención. “Aleuito”, me dice, “ya falta poco para el partido más importante, y quiero que gane mi equipo”, yo le sigo la corriente y le digo que va a ser un partido muy difícil para los dos contendores y cuando me pide que le diga quién creo que va a ganar, le digo que no me atrevería a vaticinarlo. Mientras mira la TV y se actualiza con las noticias sobre otros deportes, yo le cambio de ropa, le pongo su uniforme escolar y le preparo para que se siente a desayunar. Su desayuno de cereal con leche se lo ha dejado su abuelita servido mientras atiende a Matteo.
De pronto escucho a Matteo que desde el servicio grita “Abuelitaaaa, I need a biiiiiiig premio, I have just made a big giant one... (Necesito un graaaaaan premio porque he hecho una bien grande!). Cuando llega donde estaba Matteo, la abuela se suelta a reír y le dice también en voz muy alta para nosotros la oigamos, “sí, claro Matteo, realmente es muy grande!, te mereces un gran premio y lo vas a tener”, y se dirige a nuestro closet donde tiene escondidos los M&M que les hemos llevado desde los Estados Unidos, toma una fundita de ellos, que contiene unos diez caramelitos de chocolate y se los entrega, diciéndole “toma, bien merecido es tu premio, Matteo”.
Un par de minutos más tarde suena el teléfono y Fanny contesta, es Mariuxi, llamando desde Marruecos para averiguar de sus hijitos. Ni bien ha empezado a hablar Fanny, Matteo que exuda felicidad y orgullo por “su gigantesca obra”, se acerca y le dice a su abuela “dile a mi mami que hoy he hecho una caca gigantesca y que por eso me he ganado un gran premio”, se da la vuelta y como quien no ha dicho nada, se sube a su asiento de la mesa y se prepara para que su abuelita le ayude a comer el desayuno. De allí en adelante se pasó el dia repitiendo su “slogan”, orgulloso por la gran hazaña que había hecho en la mañana.



Puntualmente llevé a los dos niños a tomar su bus del colegio y regresé después de despedir a Matteo, a desayunar y luego a tomar una siestita que me ayude en el proceso de recuperarme del cambio horario, así lo hice durante las siguientes tres semanas de mi estadía en Dubai.
A las 13:40 volví con el chofer a recoger a los niños en el colegio y repetimos la rutina del dia anterior. Una vez en la casa Carlito volvió a prender la TV, y mientras buscaba sus canales favoritos empezó quejarse de un dolor en la boca, le pedí que la abriera e inmediatamente me di cuenta que le salía un poquito de sangre y tenia uno de sus dientes inferiores muy flojo. Al mirar más cuidadosamente noté que junto al diente flojo le faltaba uno de sus dientes y por eso sangraba. Llamé a Fanny y le dije lo que estaba pasando y entonces Carlito se dio cuenta que le faltaba su diente. Empezó a llorar. “I want my tooth back” repetía sin parar de llorar mientras con suaves servilletas de papel tratábamos de secarle la sangre que le seguía fluyendo de su boquita. Nunca encontramos el diente, seguramente se lo había tragado y no lo sintió. Al dia siguiente, en la escuela pregunté a la profesora si se había dado cuenta de que a Carlito le faltaba un diente en algún momento de su clase y me dijo que no.
Recordando los viejos tiempos en que, siguiendo la tradición que viene de nuestros padres y quizá de nuestros propios abuelos, tratamos de consolar a Carlito hablándole de que un ratoncito se habría llevado su diente mientras dormía y que en la noche seguramente le iba a dejar un regalo para compensarle por su diente perdido. De poco consuelo sirvió nuestra historia, porque Carlito seguía reclamando que le devolvieran su diente. Un poco más tarde llamó Mariuxi y le contamos lo que había pasado con su hijito, y ella nos dio la idea de que le habláramos de la “tooth fairy” (el hada de los dientes), que es una tradición anglosajona y que más o menos va en el mismo sentido que la nuestra del ratoncito. Mariuxi me pidió que le dijera a Carlito que su tooth fairy le dejaría suficiente dinero esa noche, debajo de su almohada, para que él comprara lo que más deseara, y así lo hice; a la mañana siguiente Carlito encontró el dinero y pidió que con eso le compráramos unos zapatos de futbol de color amarillo, como los de Leo Messi, su ídolo en el futbol.



Mientras Carlito dormía, en efecto su “tooth fairy” le dejó dinero debajo de su almohada y en la mañana, muy sonriente lo encontró. Su deseo se cumplió ese mismo dia cuando fuimos con él al mall de Dubai y le compramos unos zapatos Addidas como los que me había pedido. Carlito no volvió a reclamar más que le devuelvan su diente, y un par de días después se le cayó el diente que estaba flojo. Esta vez le dijimos que su hada de los dientes le había dejado dinero para que se tomara unos helados con su hermano y sus abuelitos en Haagen Dazs, su heladería favorita.
Esa tarde, después de superada la tormenta del diente, igual que todas las demás tardes durante las tres semanas siguientes mientras estuve en Dubai, Carlito me invitó a jugar con él en su terraza, nuevamente jugamos futbol, básquetbol y tenis, otra vez lo hicimos con y sin Matteo que intermitentemente ingresaba a la cancha a jugar a favor o en contra de uno de nosotros, siempre discutiendo las decisiones del árbitro y siempre haciéndonos reír con sus chistes improvisados.
Durante mi estadía en Dubai pude participar de muchas de las actividades de mis nietos: asistí a una de las clases de futbol de Carlito. En un campo de césped fresco y bien cuidado, con delineaciones perfectas de una cancha de futbol para niños, un profesor inglés, con dos asistentes, dictaban una clase eminentemente práctica de futbol a unos veintidós niños que divididos en dos equipos recibían las enseñanzas de tácticas de ataque y de defensa, la forma de patear la pelota, la forma de detenerla, los pases hacia atrás y hacia adelante, etc. Una clase completa. Todo se hacía en una forma amena que mantenía alegres y ocupados a todos los niños. Al final de la clase, un buen helado le esperaba a Carlito, quien sudaba y estaba cansado pero feliz...


Un dia que fuimos a recoger a Carlito en su escuela, Ifty Khar le entregó un paquetito largo envuelto en una manta blanca de algodón y pidió al niño que lo abriera, advirtiéndole que sería una sorpresa. Los grandes ojos negros de Carlito se llenaron de emoción al abrir el paquete y encontrar un bate de cricket. Ifty le dijo que un amigo suyo se lo había traído el dia anterior desde Pakistán, y que era un regalo de su hijo para su amigo Carlito. Mi nieto no paró de hablar con Ifty sobre cricket en el viaje hacia el colegio de Matteo y le prometió que jugaría con su abuelito comenzando ese mismo dia. Así lo hizo, y desde entonces, y por los siguientes diez días, agregamos este deporte a nuestra olimpiada diaria en el patio de la casa. Obviamente, tampoco en este deporte pude ganarle un partido.
Este pequeño gran gesto de Ifty hacia mi nieto me hizo cambiar radicalmente mi opinión sobre la gente de Pakistán. En lugar de ser los aliados de Al Qaeda que yo siempre pensé que eran la mayoría de ellos, encontré a este sencillo hombre que con su generoso gesto hacia mi nieto, me dio una lección de que todos los seres humanos somos esencialmente tiernos y buenos y que solo podemos dañarnos en el camino de nuestras vidas, si nuestros líderes nos conducen a ello.
Todos y cada uno de los días que estuve con mis nietos fueron llenos de felicidad, pero hubo uno que fue excepcionalmente divertido, fue el dia que celebramos el cumpleaños de Matteo. Su mamá había dejado para el sábado 16 de febrero esta celebración, para que su abuelito estuviera presente en el evento, ya que el real dia del cumpleaños fue el 17 de enero, fecha en la que yo no estaba en Dubai. Mariuxi había contratado un lugar especialmente dedicado a este tipo de fiestas infantiles, un lugar en el habían espacios dedicados a incentivar la creatividad, el ingenio y la alegría de los niños. Había laberintos, espacios y materiales para construir, maquinas para elevar pesos por medio de varios mecanismos que los niños debían descubrir mientras jugaban, aguas saltarinas, bailes, payasitos, comida, globitos, concursos, etc., etc.
Matteo se interesó especialmente en los espacios y materiales para construir puertas y ventanas, así como en la máquina para elevar pesos usando palancas que debían descubrirse, una tras otra, a medida que se iban levantando las bolas con los pesos. Terminó por manejar la máquina y todas las palancas a su antojo, y solo se desprendió de allí cuando le llamamos para que participe en el baile que ya había comenzado y el “santo” no aparecía por ningún lado.



Hablando de baile, creo que mi nieto va a llegar a ser un maestro de este arte. Cuando apareció entre los niñitos que ya bailaban, Matteo comenzó a hacerlo con tal ritmo, con tal gracia y con tales movimientos, que yo me quedé absorto, pasmado e incrédulo. “Es este mi nieto de tres años?” dije para mis adentros y no podía creerlo, a la vez que me proyectaba en el tiempo y me lo imaginaba bailando con chicas de su edad, a los dieciocho años, rompiendo corazones con su pinta y su increíble capacidad de divertir y pasar bien. Por algo todos dicen que se parece muchísimo a su abuelito materno…
En medio de la diaria gran emoción de estar con mis nietos, pasaron los días a una velocidad increíble, me puse a pensar en la contradicción de que mientras yo quería un dia más para disfrutarlos, ese dia era un dia menos para estar con ellos, así que decidí disfrutar cada dia como si fuese el último de mi visita a estos hombrecitos que llevan mi sangre en sus venas y que con ella me atraían cual si fuese un enorme imán, así, no me perdí ni un instante de este deleite espiritual, de esa enorme satisfacción de saber que estoy gozando de su compañía y de que finalmente me llevaré conmigo, a mi casa, en mi cabeza y en mi alma, el precioso recuerdo de estos días.



Eso calmó la ansiedad que sentía por el rápido correr del tiempo, así que el 20 de febrero, un dia antes de mi viaje de regreso, cuando Carlito notó que habíamos empezado a empacar y me preguntó con carita triste; “cuando te vas a ir aleuito?”, le contesté bastante calmado “me voy mañana Carlito, pero no me voy a ir triste, porque sé que pronto, en el mes de julio, tu vas a venir al Ecuador, y allí vas a estar conmigo muchos días, allí vamos a volver a jugar futbol, jugaremos basquetbol, tenis y GOLF!.
Mi nieto no pudo evitar que sus ojitos brillaran por la pena(tal como los ojitos de su mami brillan a punto de llorar cada vez que nos despedimos) y, agachando su cabeza sobaba sus ojitos con su mano derecha, mientras yo me daba la vuelta para no dejarle notar que con un nudo en la garganta, también yo estaba a punto de llorar.

Al dia siguiente, a las siete y quince de la noche me despedí silenciosamente, de mis adorados nietos, con besitos en su frente, mientras ellos dormían, y a las diez de la noche, Mariuxi y Carl, su esposo, nos llevaron al aeropuerto para empezar nuestros vuelos de regreso; tres vuelos intercontinentales, uno de Dubai, en Asia, a Amterdam en Europa, otro de allí a Nueva York en América y finalmente de allí a Orlando, a nuestra casa de invierno.
Bendito sea Dios por habernos enviado a nuestros nietos.

Sunday, March 10, 2013

LOS ABUELOS A CARGO DE LOS NIETOS




Domingo 3 de febrero 2013:
Anoche nos acostamos a las diez y Fanny me pide que le ponga el despertador a las cinco y cuarenta y cinco de la mañana porque hay que preparar a los niños para su primer dia de clase de la semana (en Dubai el domingo es un dia de normal actividad, pues el fin de semana comienza el viernes y termina el sábado). Me levanto a las seis pero ya encuentro a Mariuxi y Fanny adelantadas en su tarea. Mariuxi ha vestido a Carlito y esta vestida para irse al aeropuerto pues tiene un viaje de ocho horas hasta Marruecos. Su vuelo sale a las 10 de la mañana y tiene que estar en el aeropuerto a las ocho, pero quiere acompañar a Carlito hasta que tome el bus escolar que lo llevara a la escuela a las siete en punto de la mañana

Es una mañana fresca, varios niños abordan su bus escolar en el mismo sitio donde nosotros esperamos el de Carlito, con vista al edificio más grande del mundo, el Burj Khalifa, que Matteo ha rebautizado como Burj Matteo. Mariuxi, que nos ha acompañado, levanta a Carlito en sus brazos y lo besa muchas veces y se despide de nosotros con la ternura de una madre que va a extrañar a su hijo; con sus ojos brillándole, como a punto de llorar por la pena de dejar a su hijito, pero ella da la vuelta y se va antes de que Carlito lo note; la quedamos mirando y ella camina unos veinte pasos y desde allí se despide de nosotros con su mano abierta. Son las siete en punto, puntual como reloj suizo, el bus recoge al niño, que se despide de mi con un beso y un abrazo mientras me dice “bye aleuito”.

Me he quedado solo, parado en el mismo sitio y por un instante me pongo a meditar; entre otras cosas sobre lo bello que es sentirse abuelo cuando los nietos estan cerca; sobre lo mucho que me han hecho falta sus caritas alegres, sus vocecitas, su alegría y sobre la distancia que me separaba de ellos hace solo cuarenta y ocho horas, y sobre lo mucho que voy a disfrutar de su compañía en las tres semanas que voy a estar cerca. Una sonrisa se dibuja en mi rostro cuando pienso en lo lindo que voy a pasar en Dubai las próximas tres semanas.

Regreso inmediatamente al departamento, porque recuerdo que no queda mucho tiempo para atender a Matteo, el más pequeñito de los dos nietos, el más expresivo, el que habla hasta por los codos, el de la carita de pillo, pero también el más cariñoso, el más alegre y el más difícil para alimentar; el que termina comiendo, pero dando guerra sin cuartel. Su bus lo debe recoger a las siete y cuarenta y cinco y hay que vestirle. La abuelita lo tiene sentado en la mesa, esta bregando con el pilluelo para que desayune, esquiva la boca, discute sobre la comida, pide algo diferente y cuando le traen, tampoco lo come. Solo está quemando tiempo para no comer, se las sabe todas. Es una batalla sin cuartel, pero la abuelita, que hace mucho tiempo peleo ya estas batallas y en ellas aprendió las tácticas y las técnicas para vencer, finalmente gana esta también y Matteo está listo para que el abuelito le termine de vestir y le ponga los zapatos.



La mochila acarreable de Matteo, es casi tan alta como él, está ya lista, con todos los implementos escolares que debe llevar, incluyendo su cajita plástica con el lunch. Son las siete y cuarenta, le pongo una chompita abrigada para protegerle del frio y bajamos a esperar el bus que debe llegar a las siete y cuarenta y cinco. Matteo corre por el corredor que conduce al ascensor y lo llama, cuando este se abre, marca inmediatamente el piso bajo y al llegar abajo intenta abrir la puerta, pero no alcanza a hacerlo porque el seguro está muy alto para su alcance, entonces me pide que lo alce, porque el quiere abrir la puerta, y así lo hago. Llevo la cámara fotográfica conmigo porque quiero tomarle fotos antes, durante y después de que tome su bus.



Nos paramos a esperar el bus, y, mientras viene y le pregunto el nombre del edificio altísimo que esta a nuestra vista y a solo unas tres cuadras detrás de unas palmeras que estan junto a nosotros. “Burj Matteo” (edificio Matteo), me dice y sonríe con picardía, sabiendo que le está cambiando el nombre al edificio más grande del mundo, por el suyo. Le tomo varias fotos con ese edificio al fondo, y no tiene ningún inconveniente en posar como un artista consumado.



Llega el bus del colegio y como si fuera un adulto saluda a quienes vienen en él, “good morning” dice al abordar el bus después de darme un beso en la mejilla y se dirige a su asiento. Se despide agitando sus manitos “bye abuelito”, me dice y la encargada del bus cierra la puerta. Matteo se va, pero desde adentro sigue agitando sus manitos. Me dan ganas de seguir al bus para esconderme en un rincón donde el no me vea y poder ver lo que hace cuando se junta en su clase con el resto de sus compañeritos. Me siento tan feliz que no hay palabras para describirlo!
Regreso al departamento y la abuelita Fanny me espera con el desayuno. Carl, el papá de los niños, se ha ido al gimnasio y regresa a las ocho y cuarto para desayunar y prepararse para viajar. Su vuelo sale a las diez y media para Riyadh, la capital de Arabia Saudita donde en junio irá como Gerente General de su compañía. Fanny y yo nos quedaremos como dueños de casa, con los dos nietos solo para nosotros, para disfrutarlos sin la “interferencia” de sus padres. Esto está saliendo mejor de lo que me imaginaba. Mariuxi regresará el jueves en la noche y Carl el miércoles también, muy tarde en la noche y no lo veremos sino hasta el siguiente dia.
Debo esperar hasta la una y veinte de la tarde para acompañar al chofer que recoge a los niños en sus colegios y aprovecho, después del desayuno, para dormir una hora y media y seguir el proceso de recuperarme del jet lag producido por el largo viaje para llegar a Dubai. Son nueve las horas de diferencia entre Orlando y esta Ciudad-Estado de 2 millones cien mil habitantes que esta frente al Océano Indico, en la entrada del Golfo Pérsico y a solo una hora y media de vuelo de Bagdad; muy cerca de otras capitales árabes. Dubai se ha convertido en los últimos diez años en la ciudad más moderna y bella del Medio Oriente y el eje económico del mundo árabe.

Salimos con Fanny a la una y veinticinco, acompañándole al chofer contratado para traer a los niños de sus colegios. Llevamos puesto en el cuello un collar que nos identifica como familiares de los niños, sin el cual no podemos ni siquiera entrar al inmenso y moderno Colegio Americano de Dubai, donde nuestro nieto estudia en el kínder. Sigo a Fanny hasta la clase de Carlito quien esta esperándonos para salir. Nos saluda brevemente y nos lleva a los columpios donde nos pide que le ayudemos a columpiarse por unos diez minutos, concluidos los cuales sale tranquilo hasta donde nos espera el vehículo.
IFty Khar es el nombre del conductor, a quien ya conocimos a la venida. Es un ciudadano de Pakistán, que habla bastante buen inglés con acento árabe. Carlito lo saluda muy educadamente y le pregunta como esta hoy, IFty le contesta que bien y a su vez le pregunta cómo fue su dia en la escuela. “bastante bien”, le contesta e inmediatamente, mientras avanzamos hacia la escuela de Matteo que queda a quince minutos yendo por una autopista, Carlito comienza a preguntarle sobre su último juego de cricket y sin esperar la contestación de IFty, sigue preguntándole si al ganar su próximo partido pasarán a la semifinal del campeonato en que participa, y si espera ganar esa semifinal para quedar campeones.

IFty, medio abrumado por el cuestionario, contesta que en su liga son muchos los equipos que participan y que hay algunos muy buenos y otros regulares, pero que espera que su equipo pueda calificar para la siguiente etapa. Carlito le dice que desea que avance lo máximo posible en el torneo y le agrega que no se olvide de mantenerle al tanto. “así lo haré, Carlito” le dice IFty mientras dibuja una sonrisa de simpatía y agradecimiento. Muy adentro en su alma, IFty debe estar pensando en su hijito de cinco anios que ha dejado en Pakistan,a quien le fascina el cricket y con quien me cuenta que habla por teléfono todos los días. “Carlito, te gusta el criquet”, pregunta IFty y mi nieto le constaste que sí, que le gustaría poder jugarlo.
A las dos y quince llegamos a la escuelita de Matteo, un pre-kínder al que asiste desde septiembre del 2012 y al que Carlito había asistido los dos años anteriores. Cuando entramos, todo el mundo saluda a Carlito por su nombre y el sonríe y saluda con la mano. Vamos a la clase de Matteo y allí lo encontramos, en medio de una clase de aproximadamente doce niñitos de su edad. Matteo nos ve y sale corriendo hacia nosotros arrastrando su mochila. IFty nos espera afuera del colegio y cuando llegamos, cuidadosamente coloca a Matteo en su asiento especial para infantes mientras le pregunta cómo fue su dia de clase; “bien" le contesta y comienza a conversar con su hermano sobre temas deportivos.

A las tres de la tarde estamos de regreso en la casa y la abuela, que les conoce la rutina, deja que Carlito prenda la TV. Está muy preocupado por los resultados del futbol inglés, del tenis, del beisbol y del basquetbol. Cambia de canales con un conocimiento pleno de donde encontrar la información que le interesa. Luego de una media hora de ponerse al tanto de los asuntos de deporte internacional, Carlito se cambia de ropa, se pone la pantaloneta y la camiseta del Manchester United con el número 10 de Rooney y me pide que le acompañe a la cancha a jugar futbol con él.

Jugamos una media hora y, después de ganarme nuevamente (ahora el score es 7-6), decide cambiar de deporte. Ahora quiere jugar basquetbol. En su terraza hay la canasta para hacerlo y comienza el partido, con una destreza increíble emboca una y otra vez desde una distancia de más de cuatro metros, a poco rato me lleva una ventaja enorme porque mis bolas no entran al cesto, entonces decide darme una clase de cómo lanzar la bola para poder encestar. La clase da muy buen resultado y entonces comienzo a descontar la ventaja. “Estas jugando mucho mejor aleuito”, me dice y se preocupa que me estoy acercando mucho a su score; entonces decide (cuando el tenía cuarenta y seis puntos y yo cuarenta, que el que llegue primero a cincuenta puntos será el ganador; su intuicion le dice que hay que acortar el partido para no poner en riesgo la victoria.



El termina ganando 50-46. Ganeeeé, ganeeeé, grita eufórico al encestar para llegar a 50, mientras da la vuelta a la cancha alzando las manos en señal de victoria. Le doy la mano, le abrazo y le felicito por su victoria mientras le digo “no te puedo ganar Carlito, eres demasiado bueno para mí” y mi nieto efusivamente me devuelve el abrazo. Estoy en la gloria…

Mientras tanto, Matteo se ha quedado en la sala viendo dibujos animados, pero, de pronto aparece en la terraza y quiere jugar también. Nuevamente jugamos futbol, pero esta vez Matteo es mi compañero de equipo y jugamos los dos contra Carlito. Yo me quedo atrás, cuidando el pórtico y como defensa, mientras Matteo es el encargado de driblar en intentar los goles. Partido peleado, con reglas de juego que cambian a cada rato de acuerdo al criterio de Carlito quien se inventa fauls, tiros de esquina y penales.



Luego Carlito y Matteo juegan un partido de tennis. Matteo es un espectaculo, se para a recibir el saque del hermano, con la pose de un campeon de Wimbledon. Matteo discute, vuelve a hablar con el invisible árbitro pero no hay caso, aquí las reglas las pone Carlito, le guste a quien le guste y pésele a quien le pese.

Volvemos a jugar Futbol, Matteo y yo de un lado y Carlito del otro. Vamos perdiendo el partido 6-5, pero entonces Matteo decide cambiarse de equipo. Me quedo sólo contra dos estrellas del futbol, y termino perdiendo 10-8. Son las cinco de la tarde y la abuelita nos llama a la cena. Pese al lindo clima y la temperatura de 22 grados, estoy totalmente sudado, he jugado dos partidos de futbol y uno de básquet, perdí los tres, pero estoy ganando dos amigos para toda la vida, mis nietos…

Antes de cenar, Matteo, el relajoso, arma un juego en el que participan su abuelo, él y su hermano. Se revuelcan sobre mí, se suben y se bajan, hacen del abuelo su juguete del dia y este responde con todo el amor que ha tenido guardado durante todo un año. Es maravilloso todo esto y me elevo a alturas insospechadas de felicidad. Ya había olvidado lo lindo que es jugar con los niños, no en vano mi hija más joven ya tiene 32 anios



Cenamos a las cinco y media de la tarde y después de un ratito de TV para que Carlito se ponga al dia de los torneos internacionales, bañamos a los niños y los preparamos para el siguiente dia de clases. A las siete de la noche es tiempo de acostarles. Debo contarles cuentos para que se duerman, les digo que les voy a contar el cuento de Caperucita Roja y los dos, en coro, me dicen que ya se lo saben, entonces les digo que les contaré el cuento de Hansel y Grettel, y me dicen que también se lo saben, mi memoria no me ayuda mucho, han pasado más de treinta anios desde que estuve en este negocio de contar cuentos a los niños, pero se me ocurre sugerirles el cuentito de Juanito y La Habichuela Mágica, y entonces los dos me aceptan escucharla. Comienzo a contarles y mi cansancio es tan grande que empiezo a dormirme mientras balbuceo algunas palabras, entonces escucho a Matteo que con su vocecita gruesa me dice “abuelito, te estás durmiendo, despierta y sigue contándonos el cuento”, entonces sigo contándoles y de pronto nos hemos quedado dormidos los tres, a eso de las siete y quince los soldaditos estan profundamente dormidos.

Silencio en la casa…mañana comienza un nuevo dia y debo estar preparado para disfrutarlo tanto o más que hoy.

En mi próximo capítulo: QUIERO QUE ME DEVUELVAN MI DIENTE…

Sunday, March 3, 2013

VISITANDO A MIS NIETOS EN DUBAI




Es el jueves 31 de enero; mientras miro el reloj y veo que son las dos de la tarde, escucho el timbre de la puerta. Es el taxi que con puntualidad inglesa llega para llevarme al Aeropuerto Internacional de Orlando. Debo estar en el aeropuerto a las tres porque a las cinco debo abordar el vuelo de Delta Airlines que me llevará a Nueva York, donde a las diez de la noche debo tomar un vuelo de KLM hasta Ámsterdam, y allí conectarme con otro vuelo de la misma aerolínea, que me llevará finalmente a Dubai, donde estan mis nietos de cinco y tres años. Les voy a ver después de más de un año, y eso es un tiempo demasiado largo a su edad (y sobretodo a la mia). Les voy a ver tan cambiados, casi que a conocerlos de nuevo.

Mientras voy en el taxi, miro el reloj a cada momento, como si estuviera en riesgo de llegar atrasado a mi vuelo, no es así, tengo suficiente tiempo para llegar al aeropuerto y sin embargo tengo prisa, mucha prisa, es que tengo ansiedad por llegar, me he pasado cerca de un mes esperando el momento de viajar, y ahora que empieza el viaje, quiero ir más rápido, quiero que los vuelos se aceleren, que las horas se hagan minutos y los minutos se hagan segundos, es más, quiero llegar sin tener que viajar, quiero estar ya en mi lugar de destino y quiero estar ya frente a mis nietos, abrazándolos y mimándolos. “Debo tener paciencia”, me digo a mi mismo en unas cuantas horas cumpliré mi sueño.


Pese a que todos los vuelos han salido y llegado a tiempo, las siguientes treinta horas se me hacen interminables. Al fin llego a la bella y moderna Dubai, mi hija Mariuxi, mi Reina ( la profesional, la alta ejecutiva internacional, pero además la madre abnegada con sus pequeños hijitos) la que me hizo padre por primera vez, la que me da cada vez más motivos de orgullo me recoge en el aeropuerto, nos abrazamos con emoción, la beso muchas veces y me conduce por las rápidas autopistas que conducen al centro de la ciudad. Después de treinta minutos ya estoy en su casa, en el corazón mismo de Dubai, a tres cuadras del edificio más grande del mundo, el Burj Khalifa, símbolo y orgullo de esta ciudad. Son las dos de la mañana del 2 de febrero de 2013, y yo salí de mi casa en Orlando el 31 de enero a las dos de la tarde…



Mi cuerpo está cansado, mi espalda esta adolorida por el largo viaje, pero mi espíritu está muy alegre, no es para menos, he llegado donde estan mis nietos, ellos estan allí, durmiendo, a unos poquitos metros de donde yo estoy, no podré verlos hasta la mañana siguiente. Por fin se acabó el viaje de casi treinta horas, pienso que el premio de ver nuevamente a mis nietos es inmensamente más grande que el tiempo y la distancia superados para poder llegar. Estoy feliz.
Fanny, mi mujer, que viajó tres semanas antes que yo, ha estado a cargo de los niños, sustituyendo a su nana que está de vacaciones en su país, la India. Vamos a dormir, son las 2 y media de la mañana, estoy cansado pero contento porque después de unas poquitas horas de descanso podré finalmente recibir el premio por el que viajé la distancia de más de diez mil kilómetros al otro lado del mundo, ver a mis nietos…

Es el sábado dos de febrero, los niños no tienen clase. A las siete de la mañana siento que Matteo (3), el menor de mis dos nietos, medio dormido aun, silenciosamente se acerca a la cama a buscar a su abuelita y no se sorprende al verme porque sabía que yo llegaría, sonrío y le hablo tiernamente, abro mis brazos invitándole a subirse a mi cama y él me devuelve el abrazo, lo acuesto a mi lado. Matteo se deja acariciar, se deja besar y pronuncia claramente la palabra mágica, la palabra que me eleva a la altura de la gloria; a b u e l i to. Poco después, Matteo pide a la abuelita que le prenda la TV, quiere ver dibujos animados y yo disfruto con él, tanto o más que el.

Quince minutos más tarde escucho a Carlito Andrés (5) el que me hizo abuelo por primera vez. No viene a nuestra habitación, sino que prende la TV en la sala, me levanto y dejo a Matteo con su abuelita, saludo con Carlito el de las grandes cejas y los bellos ojos negros, él está buscando en la TV los partidos de futbol de la Liga Inglesa. Es fanático del Manchester United, de Rooney y su corte. Está al dia de lo que pasa en esa liga y en la Liga de Campeones de Europa, igual que en las grandes ligas americanas de beisbol, de futbol americano, de basquetbol y de tenis.

Menos expresivo que su hermano, Carlito me deja abrazarle y besarle y sin mucho entusiasmo me devuelve mi abrazo, pero me deja que lo siente en mis piernas y le abrace mientras mira la TV, deja que yo sostenga su manito, entrecruza sus deditos con los míos pero se concentra en el partido de su equipo con el Arsenal, se pone nervioso ante un buen ataque del equipo contrario, y se para emocionado cuando el Manchester ataca en el área de candela a su oponente. Conoce de futbol tanto o más que yo. Termina el partido y gana su equipo 2-1. Esta feliz, ya somos dos!



Carlito sabe y me lo dice, que en una semana más su equipo jugará con el real Madrid por la copa de campeones y sabe que Ronaldo y su equipo son muy buenos. Me pregunta cual será mi equipo en ese juego y le digo que yo le iré al Real Madrid, porque he sido su hincha por más de cincuenta años. “Entonces”, me pregunta mirándome fijamente a los ojos; “no le vas a ir a mi equipo?”; le contesto que no, pero que en cualquier otro partido yo también le iré al Manchester porque allí juega Valencia, el numero 7, que es ecuatoriano y juega en la selección de Ecuador; piensa por un instante y me dice; “OK aleuito (así es como el me llama, es su marca registrada para llamarme), entonces está bien, somos del mismo equipo”.

Poco después se levanta mi hija Mariuxi y junto con Fanny atienden a los niños en el desayuno. Fanny tiene planes para salir conmigo, tiene los tickets para asistir al tercer dia de juegos del torneo Omega Dubai Classic de golf, en la hermosa y manicurada cancha del Emirates Golf Club donde estan jugando grandes estrellas del golf mundial.

Vamos a tener un dia muy especial; Carl, el papá de mis nietos llevará a Matteo a su partido de basquetbol y se encargará de él casi todo el día, mientras que Mariuxi, llevará a Carlito a su clase de beisbol con sus entrenadores americanos. Nos encontraremos a las tres de la tarde en el mall de Dubai para almorzar y pasar el resto de la tarde juntos.



Una intermitente llovizna nos impide a Fanny y a mi disfrutar a plenitud el dia de campo en el golf, pero, fanáticos como somos de este deporte, con paraguas en mano caminamos por la cancha , observando el juego de Lee Westwood, Steven Gallacher, Sergio García (“el niño”), Jose María Olazabal, y más jugadores de ese mismo calibre. Fuimos testigos de grandes jugadas. La más espectacular, y la que arrancó los mayores aplausos del público presente en el hoyo dieciocho, fue la del líder del dia (y ganador del torneo) Steven Gallacher, quien con su segundo tiro llegó al bunker, a unos veinticinco metros de distancia de la bandera, mientras que su rival estaba en el green, a siete metros de la bandera. Vimos como Gallacher tomó su sand wedge e hizo un tiro perfecto que metió la bola al hoyo para un birdie espectacular, mientras que su rival hizo dos putts y termino con par del hoyo. Gallacher finalmente ganó el torneo con 23 tiros bajo el par de la cancha. Ese es el golf de categoría mundial que nos fascina. Lindo dia de golf, sin importar la llovizna!

De regreso a casa tomamos el moderno “Metro” de Dubai, una joya tecnológica, un transporte digno del siglo 21. Cómodo, panorámico, silencioso, rápido, limpio, económico, es una de las muchas joyas de la corona de Dubai, esta metrópoli es un enjambre de actividad turística y comercial, recibe 6 millones de turistas al año y espera recibir diez millones en el 2015. Los rascacielos crecen en esta ciudad cual hongos en el campo. Del aeropuerto de Dubai salen alrededor de 6000 vuelos semanales (320 mil al año) operados por 130 aerolíneas con 220 destinos en todos los continentes, mueve 58 millones de pasajeros anualmente y es uno de los aeropuertos más grandes y modernos de Asia y del mundo.
Llegamos en el Metro directamente al Dubai Mall y allí nos encontramos con el resto de la familia. Almorzamos juntos y salimos a caminar por el mall, Matteo (el acelerado Matteo) quiere salir corriendo, pero su papá le toma de la mano y se lo lleva a tomar un helado. Fanny, Mariuxi y Carlito Andrés vamos a una óptica donde Mariuxi debe hacer unos ajustes a sus lentes. Carlito, con quien ya hemos “sintonizado” completamente, va tomado de mi mano nuevamente con sus deditos cruzándose con los míos y nos sentamos a esperar que atiendan a su mamá.



Mientras esperamos sentados en dos banquitos altos frente al mostrador de la óptica, retomamos nuestra conversación deportiva de la mañana, pero también me cuenta como le fue en su clase de beisbol. Aun viste el uniforme de los New York Yankees, que es el de su equipo. Le digo que desde mucho tiempo atrás también soy hincha de los Yankees, sonríe, me aprieta la mano, abre bien sus ojitos grandes y negros y me dice; “no puedo creerlo, somos del mismo equipo!”, enviándome con ello un hermoso mensaje de cariño.

Carlito y yo esperamos que atiendan a su mamá, sentados hablamos de futbol, de tenis, de beisbol, de basquetbol. Igual que yo, en futbol es un fanático de Brasil, pero también de Messi. Tiene en su ropero y le encanta ponerse las camisetas de Messi con el Barca y con Argentina. En tenis su ídolo es el británico Murray, le gusta Federer pero no le gusta Nadal (“porque pierde muy seguido”). En fin, Carlito es una mini enciclopedia del deporte y su abuelo lo escucha casi con la boca abierta y extasiado. Cuando me dice que voy a ser su “mejor amigo” casi me derrito y estuve a punto de llorar de la emoción.

Regresamos a la casa a las seis de la tarde y pese a que estoy cansado por el largo viaje de los dos días anteriores, acepto de mil amores la invitación de Carlito para jugar futbol en “su cancha” en la terraza de su casa donde están los arcos con malla, esperando a los jugadores. Sera un partido uno contra uno, Carlito, que patea muy bien la pelota, se mueve muy bien en la cancha, dribla con mucha gracias y yo, que estoy a la defensiva, bloqueo sus entradas hasta donde puedo, pero elude mi marca y hace un gol. “Gooolazoooo” grita emocionado y alza los brazos dando vueltas sobre el mismo terreno. “Gooolazoooo”, le digo y le doy la mano para felicitarle. Después de treinta y cinco minutos de juego el score final es ocho goles para Carlito y seis para su abuelito. Partidazo!, tal como mi equipo favorito, Emelec, quedé vice campeón en este primer torneo!

Matteo estuvo casi todo el tiempo con su papá, pero esporádicamente entraba a la cancha y pateaba unas veces como compañero de Carlito y otras como mío, ah, pero de vez en cuando reclama a un imaginario árbitro cuando cree que su hermano no está respetando las reglas del juego. “Dice el árbitro que no fue falta”, grita gesticulando sus manos como un italiano, pero cuando su hermano hace un gol, alza sus manos y grita Goolazoooo! y los dos hermanos abrazados se revuelcan por el suelo. Es un espectáculo que me deja al borde de la locura.



Son casi las siete de la noche. Ha sido un dia maravilloso, empiezo a conocer a mis nietos, disfruto de cada palabra que dicen, de cada gesto que hacen; “esto es vida”, digo para mis adentros. El dia siguiente, domingo, Carlito tiene clases, así que la abuela y la mamá, pese a los argumentos y la resistencia sobre todo de Matteo, se los llevan para bañarles y vestirles para dormir. A las siete de la noche deben estar listos para ir a la cama y a las seis y cincuenta y cinco de la mañana hay que estar esperando el transporte escolar de Carlito en la esquina de la casa. Carlito pone una ligera resistencia; Matteo es el que mas reclama, pero, reglas son reglas y horarios son horarios que hay que cumplir, aquí la que manda es la mamá y los soldaditos deben obedecer. Mariuxi debe al dia siguiente salir de viaje a Marruecos, uno de los países bajo su jurisdicción en su trabajo.

En mi próximo capítulo: LOS ABUELOS A CARGO DE LOS NIETOS

Saturday, January 26, 2013

LA VIDA CONTINUA


Como uno de los auditores de Arthur Andersen, viajaba constantemente a Quito y Cuenca, tanto que poco a poco me fue gustando este constante movimiento, porque aun era soltero, y en los viajes, después de la jornada de trabajo siempre había tiempo para divertirse un poco por las noches. En uno de esos viajes a la vieja, bella y (en ese tiempo) conservadora Cuenca, en el año 1972, yo era el senior a cargo de la auditoria de la compañía más grande de esa ciudad, y una de las más grandes del país, Ecuadorian Rubber Co., fabricante de las llantas General y único fabricante de llantas nacionales, compañía en la cual yo tenía ya dos años de experiencia. En este trabajo eran mis asistentes dos jóvenes y brillantes profesionales; Julio Chang y Cesar Lucin, con quienes mantengo una gran amistad aun después de más de cuarenta años.
A las siete de la noche del primer dia de trabajo, decidimos que era hora de concluir nuestra labor del dia y tomamos un taxi para ir a nuestro hotel. En el camino pedimos al chofer que nos llevara a un restaurant tipo parrillada argentina, que estaba ubicado frente al aeropuerto de la ciudad y allí cenamos. A eso de las ocho de la noche tomamos otro taxi para que nos llevara al Hotel El Dorado ubicado en el centro de la ciudad, pero en el camino se nos ocurrió que podíamos intentar pasar un par de horas en un lugar nocturno para divertirnos un poco, al fin o al cabo los tres éramos solteros y nos gustaba mucho la parranda. Con eso en mente, le pedimos al chofer del taxi que “nos llevara a un buen lugar de vida nocturna”; la respuesta muy sincera, y además muy cierta fue inmediata y dicha con el más puro acento cuencano; “seeeñores, looo sieeento peeero aaaquí eeen Cuenca la vida nooocturna es deee día”. Nos echamos a reír a carcajadas de lo que acabábamos de escuchar, pero era cierto. Cuenca en esa época todavía era una ciudad de costumbres muy conservadoras y la gente en su gran mayoría cenaba a las seis de la tarde y se iba a la cama a las ocho o nueve de la noche, después de rezar el Rosario…La vida nocturna, tal como la conocíamos nosotros, gente de la metropolitana Guayaquil, simplemente no existía en Cuenca, o simplemente ocurría durante el día…
Las cosas han cambiado mucho desde entonces en nuestro país, pero particularmente en Cuenca. Esta es hoy una ciudad moderna, con amplias avenidas y autopistas periféricas que descongestionan sus calles tradicionales, tiene hoteles de primera clase y excelentes restaurantes y, por supuesto tiene una vida nocturna muy intensa que ya no es “de dia”. Hoy Cuenca, que ha sabido preservar en su casco colonial la clásica arquitectura de herencia española, se ha convertido en una ciudad de gran turismo, su nombre aparece en periódicos y revistas de todo el mundo, ponderando las bellezas de su paisaje, su campiña embellecida por sus tres ríos. Hoy, Cuenca es una de las ciudades más atractivas para personas de países del primer mundo que desean jubilarse y vivir en un lugar de verde permanente, rodeada de hermosas montañas, con flores multicolores todo el año y de agradable clima, siempre primaveral, con comodidades modernas pero a la vez con la tranquilidad de un ambiente fresco y sereno. A Cuenca le va muy bien hoy y le irá mejor mañana…
A mediados de mayo de 1972, sólo dos años y medio después de haber ingresado a La Firma, ya recibía el trato de un Gerente, y por eso me enviaron a ciudad de México a una reunión de Socios y Gerentes de la División de Impuestos de Arthur Andersen en toda América Latina, donde se discutiría las estrategias de planeamiento para minimizar la carga impositiva a nuestros clientes, con el máximo apego a las diferentes legislaciones de cada país. Al concluir esta reunión, tomé mis primeras vacaciones y decidí partir desde México a Canadá a visitar a mi hermano Guido que para entonces vivía en Toronto, Canadá.
Maté dos pájaros de un tiro, porque también visité a mi sobrino Leonardo, quien para entonces vivía con su novia en el departamento de Guido en Toronto, sin un trabajo fijo y sin meta cierta en su vida. Como hermano mayor que me sentía (para Leonardo), le convencí que tenía que dejar atrás su vida de semi hippie, fijarse una meta y un camino a seguir para alcanzarla. Le aconsejé que volviera a Estados Unidos, que buscara un trabajo fijo y que pusiera su vida en orden para entonces casarse, si ambos, para entonces, pensaban que querían pertenecer el uno al otro por el resto de sus vidas. El tiempo me dio la razón, Leonardo volvió a Estados Unidos, consiguió un buen trabajo en una fábrica de zapatos y años después lo trasladaron a Republica Dominicana, él y su esposa volvieron al Ecuador, se casaron y ahora son padres de cuatro hijos y abuelos de media docena de nietos, y es probable que de vez en cuando se acuerden de echarme la culpa de su feliz matrimonio…
Mi hermano Guido siempre fue mi debilidad, siempre lo sentí mas como si hubiera sido un hijo que tuve prematuramente, que como a un hermano menor, tanto es así que a mi hijo varón, Rafaelito, muchas veces inadvertidamente lo he llamado Guido. Pero él era un hombre muy independiente, hizo su vida como a él le pareció mejor, nunca siguió un consejo y menos hubiera aceptado un tutor. El recorrió el mundo de un lado al otro, se casó cuatro veces, tuvo algunos hijos que se parecen a él casi como una gota de agua a otra y murió a los sesenta y dos años víctima de una mala práctica médica que se atrevió a punzar su cerebro (para extraer una muestra y practicar una biopsia) en un lugar que nunca debió haber sido tocado. A Guido lo vi muy bien en ese viaje que hice a Toronto, vivía en un apartamento muy cómodo en un edificio moderno de la ciudad, era el chef en un Steak House muy bien ubicado. Me dijo que se había separado de su primera mujer y se sentía poco a poco liberado del cargo de conciencia inicial por vivir solo. A él nunca le faltó una pareja para amenizar su vida. En resumen, me fui de Toronto muy contento de ver bien asentado a mi hermano.

Cumplida exitosamente la primera parte de mi periplo, que era ver a mi hermano y cerciorarme de que estuviera bien, seguí mi viaje cuyo destino final era Europa, la vieja Europa sobre la cual tanto había leído y aprendido, y de la cual tanto quería ver en vivo y en directo. Desde muy niño soñaba con viajar y conocer Europa, el continente que yo amaba tanto porque nos legó nuestra cultura, buena parte de nuestra sangre y de nuestros genes. Ver y conocer Paris, Madrid y Roma era casi una obsesión que crecía a medida que llegaba a la edad adulta.

De Toronto viaje a Ottawa y allí abordé un Jumbo 747 de KLM, con destino a Ámsterdam. Eran los tiempos en que el 747 empezaba a verse como la maravilla de la aviación moderna que fue durante las siguientes tres décadas. En ese vuelo trasatlántico disfruté del trato especial que KLM dispensaba a sus pasajeros internacionales. Cena con salmón y caviar, champan y vino al gusto; y como bajativo, me ofrecieron y probé por primera vez un licor que desde entonces es mi licor dulce preferido después de una cena formal, un Drambuie.

Nos despertaron cuando eran las nueve de la mañana (hora de Ámsterdam), y nos sirvieron un suculento desayuno. Aterrizamos en el aeropuerto de Schiphol a las once. Todo me parecía un sueño del que no deseaba despertar, el tan esperado viaje a Europa empezaba a concretarse, ya estaba en suelo europeo, ya mis sueños de la niñez no eran solo eso, la realidad estaba empezando a darse, y esta era, definitivamente, mucho mejor que aquellos. Las palabras que mi madre me dijo cuando solo era un niño tenían mucho más sentido ahora: ella me dijo alguna vez, “si persistes y si luchas por ellos, tus sueños siempre se harán una realidad”.
Desembarcamos y tomé un taxi hasta el pequeño hotel que había escogido siguiendo las instrucciones de mi librito “Europa por 20 Dólares Diarios”, que compré en ciudad de México antes de abordar el avión que me conduciría a Toronto.

El hotel era pequeño pero cómodo, la habitación era de unos nueve metros cuadrados pero tenía baño propio, cosa que después descubrí que no era usual en los hoteles pequeños de toda Europa. Todo era cómodo pero lo más cómodo era el precio (ocho dólares por noche). El hotel estaba ubicado a poca distancia de la estación de ferrocarriles y del centro de la ciudad. Era el mes de mayo, y Holanda estaba en su mejor época, los tulipanes con sus múltiples colores podían verse en las cuatro direcciones tan pronto se salía de la ciudad. Holanda en el mes de mayo parece un gigantesco jardín de tulipanes.

Yo estaba tomando unas vacaciones de cuarenta días, las primeras desde que tuve el honor y la suerte de convertirme en un hombre de Arthur Andersen & Co, la tercera firma de auditores independientes más grande del mundo, y sin duda la más prestigiosa. Mi milagroso librito Europa por Veinte Dólares Diarios contenía toda la información que necesitaba para mis vacaciones, incluyendo países, ciudades, hoteles, restaurantes, trenes, shows, museos, monumentos y otros puntos de interés, así como consejos para cambiar el dinero en las diferentes monedas a medida que uno iba saliendo de un país y entrando en otro. Con esa guía, no fue difícil encontrar lo que deseaba y el gasto diario no era muy diferente de los veinte dólares que mi guía me había presupuestado.

Cuando inicié mi viaje llevaba conmigo dos mil dólares en cheques viajeros, lo cual me permitía cierta flexibilidad en mis gastos, pero al final de los cuarenta días, traje de regreso al Ecuador más de $400, a pesar de que disfruté de los mejores shows de Europa y no me abstuve de comer y de beber bien.
En Amsterdam compré un Eurorailpass, que era un boleto para subir y bajar en los trenes de Europa en cualquier país, dia, hora y distancia, sin límites, por un mes completo. Mis primeros paseos fueron dentro de Holanda, por dos días y pude disfrutar de la belleza de ese país en la mejor época de año. Los holandeses me sorprendieron por su cortesía y su perfecta forma de hablar inglés.

Mi siguiente destino era Alemania y les contaré sobre eso en mi próximo capitulo

Friday, January 18, 2013

UN CAPITULO TRISTE

En Quito, una mañana de marzo de 1971, fría lluviosa y triste, a las siete y media recogí el periódico que estaba en la puerta de mi habitación en el hotel Colon Internacional y bajé a la cafetería para desayunar antes de salir a mi trabajo en Ecuador Feed & Farms, una compañía verticalmente integrada que producida pollos para el mercado y a la que estábamos auditando.

Mientras esperaba que un mesero me atendiera, abrí el diario “El Comercio”, y en destacados caracteres en primera página leí un titular que decía: “Ecuatoriano detenido en Guatemala por Tráfico de Droga”. Me interesó la noticia y leí todo el artículo, y mientras lo hacía, sentí que toda la sangre de mi cuerpo se me iba a la cabeza. No cabía la menor duda, el detenido era un íntimo y muy querido familiar, de quien daban nombres y apellidos. La noticia agregaba que el personaje había sido capturado en un hotel de la ciudad de Guatemala en posesión de cierto volumen de cocaína presumiblemente procesada en Colombia y con destino a los Estados Unidos. El detenido, según la noticia, había sido conducido a la prisión de El Socavón y seria puesto a las órdenes de las autoridades Guatemaltecas para la subsecuente investigación.

Inmediatamente caí en un estado de total confusión. Por un lado, no sabía que decir, qué hacer, a donde ir, ni con quien hablar. Sentí dolores de estómago y ganas de vomitar; el mundo me daba las vueltas como un carrusel sin control. Pasaron los minutos y cuando mis compañeros de trabajo llegaron a la cafetería y se dieron cuenta de mi semblante abatido, me preguntaron si estaba enfermo, les contesté que sí, que me sentía muy mal y que tendría que volver a mi habitación, y así lo hice. Me acosté y me puse a pensar en mi querido familiar. Lo vi detrás de las rejas de la cárcel, totalmente indefenso, lejos de su familia, de su mujer y de sus hijos, maltratado, confundido, y probablemente arrepentido de su falta. Por otro lado, sentí una gran indignación, porque mientras el estaba metiéndose en esos negocios, otros miembros de la familia estábamos haciendo lo imposible por sacar nuestras cabezas arriba del agua, dentro de los límites de integridad y respeto a la ley que nos habían inculcado nuestros mayores, y en especial nuestra madre!.

Desde mi habitación llamé a mi jefe y amigo, Pepe García y le conté todo lo que sabía (que era lo que había leído en el periódico). Le dije que me encontraba enormemente apenado y avergonzado y que yo no quería que La Firma resultara manchada por este asunto, le dije, casi en medio de un sollozo, que me sentía obligado a presentarle mi renuncia con efecto inmediato, porque yo pensaba que esto era lo que debía hacer. Le pedía a Pepe reemplazarme en el trabajo que estaba haciendo en Quito, y que yo regresaría a Guayaquil tan pronto como pudiera entregar mis papeles de trabajo a quien él indicara. Tal era el respeto y la consideración que yo tenía por La Firma y por Pepe, su representante en el Ecuador.

Después de un minuto de silencio que me pareció interminable, Pepe me respondió diciendo; “Rafael, siento muchísimo por ti y tu familia por lo que ha pasado, pero déjame decirte algo que debes recordarlo por toda tu vida: “los actos buenos o malos de los hombres corresponden exclusivamente a sus autores, y ellos recibirán, a su tiempo, el premio o el castigo que se merezcan” y agregó; “en este serio asunto del que me has hablado, tu familiar es el único responsable y tú no tienes nada que ver en el asunto”, y para finalizar, Pepe, con su voz calmada, casi como la de un padre hablándole a su hijo, agregó: “Rafael, por favor, regresa tranquilo a tu trabajo, yo confío plenamente en tu integridad, en tu juicio en tu capacidad de trabajo y en tu profesionalismo, eres uno de mis mejores hombres en La Firma”. Me volvió el alma al cuerpo, pocos minutos después estaba en camino a reanudar mis tareas como encargado de esta auditoría.

Esa fue una inolvidable lección que aprendí de Pepe García. Pepe no solamente era un caballero, un profesional por donde se lo mirara, pero era además un gran ser humano, un amigo, un confidente, un tutor, y mucho más que todo eso, era como un segundo padre para mí.

Unas pocas semanas después recibí una carta de mi familiar detenido en Guatemala, en la que me contaba su lado de la historia. Me decía sentirse no sólo prisionero en la cárcel de concreto y de hierro, sino especialmente prisionero de sus propios y grandes errores, decía que le daba una gran pena el haberles causado esta enorme vergüenza a sus hijos, a su mujer, a sus hermanos y al resto de su familia. Me decía también que dentro de la prisión, había tenido tiempo para meditar y darse cuenta que su mayor error había sido el querer compensar su falta de educación y por tanto de preparación para la vida, ganando dinero fácil y rápido: que eso lo había llevado a convertirse en una “mula” transportando droga de origen colombiano hacia América Central y con destino final hacia los Estados Unidos.

Lamentaba en su carta el haber dejado a su familia en completo desamparo, y por tanto me pedía que yo ayudara a su mujer y a sus hijos, cosa que ya lo venía ya haciendo aún antes de su pedido. También me contaba los horrores de la prisión de El Socavón, (una de las más lúgubres prisiones del mundo occidental); las torturas a las que fue sometido durante las investigaciones y, especialmente me pedía que le ayudara a conseguir el dinero para pagar los honorarios del abogado que lo defendería ante las cortes guatemaltecas.

Sin posibilidad de obtener ayuda del resto de nuestra familia, por su falta de recursos, asumí el papel de “buen Samaritano” y me hice responsable del cuidado financiero indispensable de la abandonada familia del detenido. Pero eso no era suficiente, había que conseguir el dinero para pagar al abogado que haría posible el regreso a su hogar de nuestro amado familiar, así que volví donde Pepe García, convertido ahora en mi “paño de lágrimas” y le pedí un préstamo de dos mil dólares (que se lo pagué en dos años) para enviarlos a Guatemala.

Todos en nuestra familia nos sentimos extremadamente felices y celebramos el regreso
de nuestro querido familiar a su hogar y a su patria, pero claro, eso sólo era el comienzo de una nueva etapa que estaría llena de dificultades, una etapa en que había que ayudarle a reubicarse adecuadamente, a encontrar un carril que le conduzca a rehacer su vida, dejando atrás los sobresaltos y los errores del pasado.

Hablamos con él y le hicimos énfasis en que si bien estábamos felices por su regreso, también estábamos preocupados por su futuro, y especialmente porque esperábamos que habiendo caído al fondo del barranco, como había caído, era de esperarse que no lo volviera a hacer en el futuro. Le pusimos énfasis en que esperábamos que no interpretara nuestra solidaridad como un endoso a la conducta que terminó llevándolo a la cárcel. Le hicimos saber cuánto dolor, pena y angustia sus acciones habían causado a su mujer, a sus hijos a sus hermanos y a su anciano padre y que de alguna manera nos alegrábamos que su fallecida madre no hubiera tenido que pasar por el mismo traumático dolor.

Le pedimos que ponga su vida en orden, y que recordando lo que le había pasado, pusiera su vida en perspectiva. Personalmente le dije que no esperara mi ayuda si sus errores se repitieran. Lloró como sólo llora un niño al no encontrar a su madre, y nos prometió enmendar. Nos prometió que se convertiría en un honorable y respetado miembro de la familia y de la sociedad.

El hombre tuvo algunas dificultades para readaptarse a la vida dentro de una sociedad que suele ser cruel con el que ha caído en desgracia; por eso, es posible que algunas huellas de su paso por la prisión podrían haber afectado en algo su conducta futura, pero con el tiempo él volvió a ser un padre un hermano y un ciudadano respetable, respetado y amado por sus hijos y por toda la gente con quien se relacionaba.

Tenía una capacidad sin límites para hacer amigos en todos los estratos sociales. Igual se tomaba un whisky y se tuteaba con el presidente, el secretario y otras altas autoridades del Congreso Nacional, como se tomaba un aguardiente con el más humilde de los ciudadanos de su pueblo, bebiendo del mismo vaso del que este lo había hecho!.

De repente, decidió que quería volver a su pueblo natal, Pallatanga, al que amaba con toda su alma. Con su carismática simpatía personal, su carácter alegre, dicharachero, genuinamente simpático y burlón con gracia y sin malicia, se metió a la política y desde ella, y con ella, hizo amigos muy influyentes que le ayudaron a conseguir en el Congreso Nacional el objetivo que se había propuesto desde hace mucho tiempo; conseguir la cantonización de su pueblo, del cual fué su primer y más querido alcalde.

Veinte años después de su trágica muerte en el cumplimiento de su deber como alcalde, la gente de Pallatanga aun lo recuerda con cariño; por sus obras, por su permanente sonrisa, por su innata simpatía, porque amaba de verdad a su pueblo sin esperar nada a cambio. Antes de su muerte el pidió a su familia que lo enterraran en el cementerio de su amado pueblo y allí reposan sus restos mortales.

Ese hombre era mi hermano Pancho.

En mi próximo capítulo: LA VIDA CONTINUA