No lo volví a ver por mucho tiempo, francamente le perdí la pista porque él vivía con una de mis hermanas y yo vivía sólo en un cuarto arrendado a una familia de contrabandistas donde lo mejor era la hija de la señora, una linda y coqueta muchacha de ojos y pelo negro, de tés medio trigueña y guapísima, a quien su madre llamaba “Pichusa”, quien por las noches se regocijaba apretando su mano a la mía pasando su brazo a través de la abertura de una vieja puerta que separaba mi habitación de la suya.
Fue en Julio de 1967, año en que yo estudiaba y vivía en Nueva York, que mi hermano Guido se puso en contacto conmigo para hacerme saber que se había casado, que no tenía trabajo y que para poder mantener su hogar quería venir con su mujer a NYC, en busca de un empleo. Me pedía que lo recibiera en mi (pomposamente llamado) departamento que realmente era un cuarto de un solo ambiente donde había espacio para una cama grande, un pequeño espacio para la “cocina”, y un baño. Era muy cómodo para mí, pero era muy estrecho para tres. Por este “departamento yo pagaba 80 dólares mensuales. Era en la calle 68 del West Side, entre Broadway y la Octava Avenida, no muy lejos de donde muchos años después, un loco mató a John Lennon. Era casi en el límite que dividía el New York de los pobres del West Side y el New York de los que viven muy bien gracias a sus altos ingresos, frente al maravilloso Parque Central, en la Octava Avenida. Allí, en mi modestísimo departamento lo recibí, el vino con su mujer y como equipaje casi literalmente sólo tría una mano adelante y otra atrás.
Le ayudé a encontrar trabajo en una fábrica de cartón al otro lado del río Hudson, en New Jersey, muy cerca del Washington Bridge. Su mujer, llamada Mónica, era una joven mulata de apariencia relativamente agradable, de extracción humilde, pero con poses de “yo no pertenezco a esto”. Creo que ella nunca estuvo de acuerdo con la decisión de mi hermano de venir a NYC en busca de trabajo, pero la aceptó, un tanto por la novelería de venir a conocer “la gran manzana” y porque no tenía otra alternativa. En Guayaquil habían dejado una tierna niña con el mismo nombre de la madre, al cuidado de su tía y sus abuelos.
Pronto se notó que ella no iba a encajar muy bien en los planes de mi hermano, para comenzar, no quiso trabajar, porque ella se había “graduado en el gran Colegio 28 de Mayo”, había sido una “secretaria” en Guayaquil, y en NYC (acto de suprema injusticia), no empleaban secretarias que no hablaran ingles. Tampoco le gustó que tuviera que compartir “el departamento” conmigo, simplemente no era lo que ella esperaba de Nueva York, así que pronto (en menos de dos semanas), ella empezó a crear situaciones de conflicto, absurdamente esperando que yo me fuera del departamento y este quedara para ellos. Preferí aconsejar a mi hermano que buscara un lugar que fuera menos lejano de su trabajo y así lo entendió él, y lo hizo. Poco tiempo después me enteré que ella lo abandonó y se fue a vivir con unos parientes. Ella en el fondo deseaba libertad, más libertad, y más razones y espacios para disfrutar de “la Gran Manzana”. Finalmente esta mujer lo dejó a él para siempre y desde entonces no se ha tenido noticias concretas de su paradero. A m i hermano nunca le oí quejarse o siquiera comentar la separación. Se, sin embargo, que le dolió mucho y sufrió por ello.
El se fue a Toronto, en Canadá, donde buscó y encontró un buen trabajo y consecuentemente un mejor nivel de vida. Un par de años después, de paso para mis primeras vacaciones en Europa, tuve el gusto de visitarlo, me alegró verlo que él vivía en un pequeño pero cómodo departamento en un edificio nuevo con ascensor. Había encontrado un buen trabajo en un restaurant donde servían carne a la parrilla, donde terminó siendo el cocinero jefe. En Canadá él vivió unos tres años, ganó algo de dinero y con él decidió regresar a Ecuador “a poner un negocio”. Mi hermana Lilita lo recibió con el cariño que ella solía dispensar a todos sus hermanos, lo alojó en su casa y le ayudó a organizar su negocio, este era un lugar de comidas rápidas llamado “DARDAPO”, nombre que Pablo Neruda lo acuñara en una de sus obras cuando repetidamente se equivocaba al mecanografiar la palabra PARPADO. No se porqué Guido escogió este nombre para su negocio pero, con la ayuda de mi hermana Lilita, el negocio empezó a prosperar.
Fue por esa época que yo tuve que mudarme con mi familia a Quito y luego a los Estados Unidos, por tanto perdí el contacto con mi hermano. Pasaron muchos años sin que tuviéramos contacto alguno, en realidad, por razones que prefiero guardar en el “disco duro de mi memoria”, dejé de verlo por muchos años sin que nunca dejara de pensar en él.
Lo perdí de vista y estuvimos muchos años sin contacto, en realidad demasiados años, hasta que un día lo encontré en casa de mi hermana Lilita, a quien él estaba visitando. Se había sometido a una serie de operaciones estéticas, No lo reconocí, admito que no lo reconocí, juro que no lo reconocí, pero él asumió que era una muestra de indiferencia o de reproche de mi parte, hasta que mi hermana Lilita me preguntó “Rafico, no lo conoces”?, él es tu hermano Guido!, fue solo entonces que lo reconocí, lo abrasé muy fuerte, sin palabras, dejé que mi afecto , mi cariño, mi inmenso cariño hacia él se fundieran en un fuerte y largo abrazo. Luego supe que él vivía en Colombia, que se había casado en Medellín con una joven “paisa” y que tenía tres hermosos hijos, dos nenes y una nena, que se parecían a su madre y a él.
Cuando recuerdo mis mejores momentos con él, me vienen a la memoria su espíritu alegre. Recuerdo que había absorbido algo del acento paisa para hablar, que mezclado con el siempre latente acento pallatangueño, se convertía en algo así como el acento de los pastusos. Le gustaba contar chistes, especialmente chistes de pastusos. Cuando lo hacía, con ese acento un cuarto paisa, un cuarto pastuso y medio pallatangueño, me causaba mucha gracia. Ese también es el hermano que amé, que amo y que siempre amaré.
Mi hermano Guido pasó los últimos años de su vida cuidando de sus hijos. Se había separado de su mujer paisa y se mudó a España con sus tres hijos. Cuando estuvo a punto de cumplir con uno de sus mayores anhelos; obtener la ciudadanía española, sus hijos primero, luego sus amigos, y después el resto de sus amigos, y yo, empezamos a darnos cuenta que tenía fallas notables en su memoria. Empezó a llamar a sus hijos por nombres de otros personas, generalmente miembros de la familia, a su hijo mayor lo llamaba Leonardo (su verdadero nombre es Anthony), a su segundo hijo lo llamaba Freddy (su nombre es realmente Diego Michel), a su hija menor la llamaba Mónica (su nombre es Nicole), y así, empezó a dar muestras de una creciente perdida de memoria. Cuando lo invité a venir a mi casa en Guayaquil para someterlo a exámenes médicos, lo hizo, y aquí le detectaron un tumor en su cerebro, que aparentemente lo había tenido escondido en la zona del hipotálamo, un sitio inaccesible a la más moderna cirugía. Su caso era muy complicado, sólo cabía la esperanza de que el tumor no creciera para que él no siguiera perdiendo su memoria, pero las evidencias indicaban que iba en sentido contrario. En mis conversaciones con mi hermano traté de forzar su memoria y hasta cierto punto lo logré, eso me animó a pensar que quizá él podría continuar viviendo una vida casi normal. En Colombia, gracias a la bondad de su ex familia, especialmente de doña Teresa, su ex suegra quien lo logró inscribir como miembro de la seguridad social y por tanto logró que se pudiera beneficiar de los servicios médicos gratuitos de ella, Guido pudo someterse a exámenes adicionales. Por un tiempo se pensó que podría ser posible una cirugía para extirparle el tumor. Al hacerle una prueba para determinar si el tumor era maligno, Guido, mi hermano tan querido, sufrió una embolia cerebral que le mantuvo casi como un vegetal por los siguientes 20 meses. Finalmente se fue, a fines de Noviembre del 2009, Guido, mi hermano, el más querido de sus padres y de casi todos sus hermanos, el padre amoroso, el esposo cariñoso, el hermano siempre fiel e incapaz de ofender a ninguno de sus hermanos, hizo su viaje final, el viaje sin regreso, se fue allá, donde seguramente se juntó con nuestra madre y nuestro padre que le quisieron tanto y donde deben haberle esperado durante esos veinte meses de agonía. Su muerte dejó un vacío enorme en su familia, en sus hijos, en mí, que lo quise tanto y que perdí tanto tiempo en decírselo. Te quiero hermano, siempre te quise y siempre te querré. PAZ EN TU TUMBA!
En mi próximo capítulo: OTROS RECUERDOS DE MI INFANCIA
Impresionante la sensación que me produce leer sobre mi Padre. Un hombre extremadamente fuerte, capaz. LÍDER en todos los aspectos, fuerza voluntad, tesón, determinismo, comprensión, de personalidad tremendamente admirable, donde gente, respetable...... atributos de 1 entre 10000 en esta población. Puede sonar algo exagerado, pero cuando no solo lo piensa su familia sino la demás gente que alguna vez tuvo el placer de conocerlo, podemos reafirmarlo.
ReplyDeleteFue lo mejor que me ha pasado en la vida: tener un instructor como tal. Me lo explico todo en su jerga particular, algo culta pero a la vez campechana. No me lo pudieron haber explicado mejor, se trata pues del máster en mundología que me proporciono mi padre.
Lo que más destacaría de El es su capacidad de superación. Todas sus vivencias le proporcionaron sabiduría, experiencia que mezclada con su capacidad de persuasión, influencia, iniciativa, visión de negocio; donde ponía el ojo ponía la bala. Recuerdo para cualquier negocio que pretendía llevar a cabo hacia su particular ``plan de negocio´´, que a simple vista era incomprensible pero sus argumentos lo dejaban todo clarito. Su idea se transformaba en dinero! Y todos satisfechos.
Me siento cada vez más unido a Ti papa, somos tremendamente parecidos y te doy gracias por ello. Fuiste un grande, y me diste la garra para poder llegar a serlo. Sea lo que sea que escucho de ti me enorgullece ser tu hijo
Gracias Tio por esos relatos tan bonitos. Te quiero mucho.
Querido Diego Michel:
ReplyDeleteMe haces sentir orgulloso de ti al leer tu descripcion de tu padre. Sabes? hay algo que El tenía y que debemos todos de tratar de imitarle. Su sencillez, su sencillez de niño que nunca la perdió como adulto y que lo hizo simpático a quien lo conocía. Tu padre tiene un sitio especial en mi corazón y en el de mis hijos, y ustedes, sus hijos también. Te quiero mucho y me encanta tu determinación de seguir adelante sin importar los obstáculos.
Tio Rafico
Tio que lindo todo lo que escribes, fue imposible evitar que se me salieran las lágrimas.
ReplyDeleteMe hace muy feliz leer estas memorias de mi papá, nunca voy a olvidar cuando me decía Mónica y yo ya acostumbrada le respondía como si ese fuera mi nombre :)
Te quiero mucho tío!